LA HABANA, Cuba.- Durante años el gobierno cubano ha acudido a diversas artimañas para recaudar ayudas que el pueblo generalmente no recibe. En lugar de ser entregadas a sus destinatarios, las donaciones habitualmente se han vendido en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD). Para cobrarnos por lo que deberíamos recibir incondicionalmente, los dirigentes han esgrimido el pretexto de que lo hacen por el desarrollo del país. Sin embargo, el país está cada vez más sumido en la pobreza.
Como consecuencia de la caída del bloque socialista, en la década de los noventa la isla entró en una grave crisis económica denominada por los comunistas cubanos “período especial”. Es a partir de esa etapa que aumentó la “solidaridad internacional” y con ella el flujo de recursos supuestamente destinados a recuperar el país. Solo que los cubanos desconocemos a dónde van a parar esos recursos, porque el gobierno no le rinde cuentas al pueblo, al que no necesita para seguir en el poder. De modo que los ciudadanos no tenemos ni idea de la cantidad y del destino de los mismos. Muy pocas veces en algún breve espacio informativo se menciona –sin detalles– algún proyecto de colaboración con alguna nación extranjera.
El comunismo nos ha convertido en un país pobre con un gobierno malversador que obliga al pueblo a vivir de limosnas. En mayo de 2020 los dirigentes cubanos llegaron al extremo de abrir cuentas bancarias para que personas naturales hicieran donaciones. Al respecto, la Directora General de Colaboración Económica del Ministerio de Comercio Exterior y de la Inversión Extranjera (MINCEX), en entrevista con Cubadebate, afirmó que esas donaciones y colaboración son utilizadas como “fuente de recursos externos que complementan los esfuerzos nacionales para el desarrollo del país”. Mientras, la escasez de alimentos, medicinas y otros productos básicos se agudiza por horas. También menciona la ayuda recibida para paliar la COVID-19, pero el sistema de salud está colapsado y no hay medicinas ni para los pacientes ingresados ni para los que permanecen en sus hogares.
Sólo dos días después del estallido social del 11 de julio el gobierno comenzó a informar sobre el arribo de ayuda humanitaria a Cuba. “Desde hace meses y en mayor medida en las últimas semanas, en el país se han recibido numerosos ofrecimientos de apoyo práctico, donaciones muchas veces modestas, pero de gran valor simbólico y moral” (Bruno Rodríguez Parrilla, periódico Juventud Rebelde, 13 de julio de 2021). Al mismo tiempo la prensa comenzó a publicar la llegada de la ayuda de países “amigos” como Rusia, China, Venezuela, Nicaragua, México o Bolivia. Como siempre, hacen política hasta con el hambre del pueblo. Así lo vimos en el 2020, cuando a 15 000 familias se les negó la ayuda humanitaria enviada por cubanos del exilio hasta el puerto del Mariel, y para no entregarla a sus destinatarios los gobernantes utilizaron una serie de subterfugios que pocos creyeron. Hasta donde sabemos, se desconoce el destino de esa ayuda.
Varios días después de las protestas, el 29 de julio, el propio Juventud Rebelde publicó los módulos de alimentos gratuitos para las familias. Sin embargo, meses antes esas mismas donaciones tenían otro destino, como sucedía hace muchos años, que se vendían en la shopping con el rótulo “Donación”.
“Los más de 3.8 millones de núcleos censados recibirán de manera gradual y gratuita un módulo con alimentos donados por naciones amigas. Además algunos territorios se beneficiarán con otros productos que no alcanzan para toda la población”, informó Betsy Díaz Velázquez, ministra de Comercio Interior.
Esta es una de las ridículas medidas empleadas por la dictadura después de las protestas populares que reprimieron de forma brutal para tratar de acallar el descontento, algo que no han logrado con el mísero módulo, símbolo del fracaso del comunismo y de sus ineptos gobernantes.
En febrero de 2019, en plena crisis económica y con el hambre azotando al pueblo, el gobierno ruso le concedió al cubano un préstamo de 38 millones de euros (equivalentes a 43 millones de dólares) para comprar equipamiento bélico. Armas en lugar de alimentos. Esa noticia no deja lugar a dudas de que están dispuestos a mantenerse en el poder por la fuerza. Así lo dejó bien claro el presidente no electo Miguel Díaz-Canel el 11 de julio ante la televisión cuando llamó a un enfrentamiento entre cubanos. Al respecto me comentaba un vecino: “Pero es que la comida no es el único problema que tenemos, ellos saben que estos jóvenes no son como nosotros, y que la bomba estalla en cualquier momento”.
El 11 de julio, cubanos de varias generaciones (sobre todo jóvenes) se lanzaron a las calles a exigir lo que queremos: libertad. La dictadura trata de tergiversar la realidad, pero ni la represión ni las limosnas de sus aliados van a saciar nuestras ansias de liberación.
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