LA HABANA, Cuba. — Comienzo este trabajo periodístico presentando a mis lectores unas disculpas anticipadas. Sé que el tema escatológico de esta crónica resultará desagradable a algunos; y para otros —confío en que pocos— la convertirán en ilegible. Pero como verán quienes lleguen a su final, he seleccionado ese asunto no de modo arbitrario o gratuito, sino tomando en cuenta recientes incidencias en la lucha del pueblo cubano por su libertad.
Ya sentado lo anterior, deseo subrayar otro aspecto importante: No hemos sido los opositores y disidentes cubanos los primeros en incursionar en el mundillo maloliente de las heces fecales. Esas primicias le corresponden al impresentable régimen castrista, que ahora, bajo el mandato formal de Miguel Díaz-Canel, se adentra en su fase continuista.
Siempre he dicho que el comunismo representa una especie de Rey Midas, sólo que al revés. El fabuloso personaje del mito griego tenía el don de transformar todo lo que tocaba en oro. Pero los marxistas-leninistas —en cualquier país del mundo, pero de modo especial en nuestra desdichada Cuba— poseen la rara facultad de transmutar todo lo que manosean en excremento. O en mierda (que ya va siendo hora de emplear aquí ese sonoro sustantivo castizo).
Terminada la anterior introducción, viene al caso rememorar una breve anécdota de un destacado miembro del foro habanero, fallecido hace lustros: el doctor Jorge Bacallao. Aunque la viñeta literaria que voy a relatar no es de su propia cosecha. El letrado capitalino se limitó a recordar lo que, en una de las miles de sentencias de lo criminal a él notificadas, consignó, en lenguaje oficinesco, el magistrado ponente de una causa.
La esencia del asunto radicaba en una riña carcelaria. El detonante del enfrentamiento había sido el lanzamiento de un pote de excrementos por parte de un recluso a otro. El ponente, tras relatar el sórdido sucedido, continuaba: “acción que, al parecer, es considerada por algunos reos como ofensiva e insultante” (aclaro que cito de memoria).
O lo que es igual: el magistrado que redactó la sentencia dejaba abierta una posibilidad sorprendente: que el hecho de tirarle mierda a otra persona pudiera ser valorada por esta como un hecho indiferente o —¡quién sabe!— ¡quizás hasta como una especie de fino halago o exquisita cortesía!
Regresando al presente, hay que recordar la noticia de este martes en 14yMedio, cuyo titular expresa: “En Güines tiraron a la Policía piedras y pomos de cristal con excrementos”. Hasta el momento, los cotorrones y plumíferos castristas no se han hecho eco de esa información tan poco edificante para ellos. Y nos preguntamos: Si llegaran a hacerlo, ¿imitarán al magistrado castrista de la anécdota!
El empleo de esta nueva forma de lucha es un resultado inevitable de una de las tantas políticas erradas del castrismo: la de multiplicar por diez o más el número de las prisiones y de las personas recluidas en ellas. Como resultado de esas medidas demenciales, las organizaciones de derechos humanos calculan (y aclaro que no existen datos oficiales) que en la desdichada Cuba actual por las cárceles ha pasado… ¡la décima parte de la población adulta! ¡No se asombren entonces si algunos de esos cubanos de a pie aprovechan lo aprendido en prisión (como la práctica de lanzar potes con excrementos) para luchar contra quienes los oprimen!
Pero a este asunto del uso de las heces fecales le ha aparecido ahora una nueva y admirable faceta. Aludo a un post colgado en Facebook por el abnegado luchador Guillermo (Coco) Fariñas. En él, el psicólogo santaclareño nos informa de una detención arbitraria que sufrió en Nuevitas, provincia de Camagüey, a media mañana del pasado miércoles.
Con ese arresto, los corchetes castristas pretendían impedir que se entregara a familiares de presos políticos la ayuda enviada por “organizaciones del Presidio Histórico, negadas a cualquier propaganda”. Al cabo de un rato los represores montaron en cólera al conocer la verdad: colaboradores no públicos del Foro Antitotalitario Unido (FANTU), la organización que dirige Fariñas, habían hecho llegar ya a sus destinatarios la generosa ayuda enviada por los hermanos exiliados.
Tras esto, el jefe de los corchetes ordenó esposar al psicólogo y acto seguido lo abofeteó. En protesta por ese incalificable atropello, el Coco defecó en su celda y se embadurnó todo el cuerpo con su propia mierda. Al salir y empezar a gritar consignas anticomunistas, sus tres compañeros de encierro demandaron de inmediato, con grandes alaridos: “¡Sáquennos! ¡Aquí metieron a un preso político que está loco!”.
Esta acción de Fariñas representa la reedición de un inusual medio de lucha pacífica utilizado contra el régimen comunista en esta que es su fase terminal. El propio Coco me contaba haber visto, años atrás, emplear ese método al preso político Ivélisse Camejo Moleiro. Más recientemente lo han empleado Luis Manuel Otero y Yanelis Núñez, aunque no en un marco de represión, sino de mera protesta cívica y expresión artística.
Para el psicólogo ha constituido una regla utilizar su propio cuerpo en el enfrentamiento a la dictadura. Antes lo hizo una y otra vez con las asombrosas huelgas de hambre (o también de sed) que ha sostenido. Ahora a ellas se suma esta modalidad, nueva para él, en la que el excremento propio se convierte en coraza contra los excesos policiales.
Ya realizada la hazaña, frente a la celda del Licenciado en Psicología empezaron a desfilar todos los oficiales presentes en el centro represivo,… pero sin atreverse a entrar. El arrestado de conciencia llevaba a cabo una “huelga de palabras”, pues se negaba a hablar con sus captores de la provincia de Camagüey, a los cuales calificó en masa de “torturadores”.
Finalmente llegaron desde Santa Clara represores conocidos, quienes dialogaron con el detenido “respetuosamente”. Le recordaron que ellos jamás “habían utilizado acciones de fuerza física contra él”. También le anunciaron que tenían órdenes del Alto Mando de trasladarlo hasta su domicilio. Sólo entonces accedió el Coco a bañarse.
Me he comunicado con el líder prodemocrático villaclareño (el más destacado —creo— de los que ahora mismo no están presos). Como otro remoto antecedente de esta situación, él cita la narración del preso político plantado Enrique Ruano. Pero en el relato de este compatriota había un elemento bien diferente: quienes perpetraban la canallada de introducir a los cautivos en las llamadas “lagunas de oxidación” eran los mismos guardias castristas…
En definitiva, ahora renace esta modalidad en esta épica batalla por la libertad en Cuba. Como bien me dijo el propio licenciado Fariñas: “¡Embarrado de mierda también se lucha por la democracia!”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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