LA HABANA, Cuba. – Junto a Picasso, Velázquez, Dalí y Miró, el nombre de Francisco de Goya y Lucientes acude casi de inmediato a la mente de las personas cuando de pintores españoles se trata. Nacido en Zaragoza, el 30 de marzo de 1746, el hoy genio de talla universal no tuvo una carrera exitosa desde el principio, aunque siempre se caracterizó por ser un artista prolijo y versátil que incursionó en la pintura, el grabado y el dibujo.
Goya figura entre los artistas que se resisten a las etiquetas. Según algunos expertos, sus obras tempranas muestran rasgos del barroco tardío apreciable en los dibujos de su primer maestro, José Luzán, aunque desde el inicio el joven zaragozano dio muestras de una sensibilidad y un modo muy personal de representar.
Continuó su aprendizaje bajo la tutela de Francisco Bayeu Subías, con quien se trasladó a Madrid en 1763, para trabajar como aprendiz en la decoración del Palacio Real. En la capital, Goya conoció el fracaso por partida doble: cuando quiso obtener una pensión de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y cuando se presentó al premio de primera clase de pintura.
Decidió cambiar de aires y se marchó a Italia, radicándose en Roma, en el barrio de los artistas. Allí perfeccionó su estilo y recibió sus primeros encargos importantes. Entre la capital italiana, Madrid y Zaragoza transcurrió casi toda su vida. Su prestigio crecía, atrayendo a egregios mecenas que pagaban mucho dinero a cambio de ser incluidos en algunas de sus pinturas.
Goya dominó el arte de decorar grandes espacios, y pronto comenzó a realizar series donde aparecen tipos populares, caracterizados de forma magistral, e historias cómicas llenas de contenido moralizante y satírico; algunas tomadas de la vida cotidiana, otras surgidas de su imaginación.
El naturalismo y el sentido del humor fueron constantes en su quehacer, que abarcó indistintamente temas religiosos, hechos históricos, pasajes de la mitología grecolatina y algunos desnudos. Hacia la década de 1780 derivó casi exclusivamente hacia los retratos, temática que le ganó una nutrida y adinerada clientela, incluyendo al rey.
Entre nombramientos, tertulias y una intensa vida cortesana, los primeros síntomas de la sífilis comenzaron a atormentar al artista a finales de 1790. Su vida corrió un serio peligro y por un tiempo estuvo a merced de las recaídas. Ello lo obligó a abandonar algunas responsabilidades para dedicarse exclusivamente al arte, que le permitía subsistir y mantener su prestigio. Durante ese tiempo produjo impresionantes obras, como los cuadros de gabinete sobre hojalata, con escenas de toros y otras diversiones nacionales, un arte de elección personal y libre de las exigencias de la clientela.
Para finales de la década exhibe las 80 estampas incluidas en la serie “Los caprichos”, que satirizaba a la sociedad española, particularmente el clero y la nobleza. Tanto escándalo y rechazo generaron aquellas obras, que decidió retirarlas y obsequiárselas al rey Carlos IV.
También por esos años se aprecia un cambio profundo en su arte, bajo la influencia del neoclasicismo. En este período se inscribe uno de sus cuadros más conocidos ―“La maja desnuda”―, y años más tarde, del pincel de un Goya maduro en estilo y técnica, surgirían “El tres de mayo en Madrid” ―también conocido como “Los fusilamientos del tres de mayo”―, y “La carga de los mamelucos”, ambas realizadas en 1814, como homenaje a la resistencia del pueblo español ante la ocupación napoleónica.
Con estas obras, oscuras e impactantes, Goya creó el arquetipo del horror en la pintura española, que continuó utilizando en su serie de grabados “Los desastres de la guerra”. El genio zaragozano definió además el retrato aristocrático y produjo su famosa serie de 33 grabados titulada “La Tauromaquia” (1816), en la que había trabajado durante décadas con la intención de convertirla en una carta histórica sobre el devenir de las corridas de toros en España.
Minado por la sífilis, sordo y soportando agudos dolores, Goya trabajó incansablemente hasta el final de sus días. Murió en la madrugada del 16 de abril de 1828.