LA HABANA, Cuba.- “Necesito dinero para comprar un pan”, dice la holguinera María Lourdes Nodarse Frómeta. En el acto, cuenta los billetes que tiene en las manos, se voltea y le pregunta a un niño que está detrás de ella: “¿El pan vale 90 pesos?”.
El niño, su sobrino, afirma con la cabeza y se sienta junto a ella en una de las macetas grandes de concreto del bulevar de la ciudad de Holguín. “Todavía nos faltan 30 pesos”, agrega la mujer.
Por su fácil y rápida elaboración, la idea inicial de los dos era comprar harina de maíz para el almuerzo. Sin embargo, este producto es más caro. “La harina está a 105 pesos la libra y tampoco nos alcanza”, le dice al niño que mira al suelo. Después alza la mirada y responde: “Tía, te faltan 70 pesos”. La mujer vuelve a contar el dinero y le da la razón.
Para evitar que se caiga al suelo, en las piernas la señora acomoda un envase plástico vacío que le servirá si logra comprar algo. “El congrí cuesta 160 pesos”, dice la mujer, que voltea la cabeza y mira a lo largo del bulevar en busca de alguien que decida ayudarla.
El niño usa un nasobuco que le cubre casi todo el rostro. Ella bajó el suyo hasta la barbilla dejando la boca al descubierto. “Lo tengo así para que la gente me entienda cuando hablo”, afirma.
Llevan días alimentándose malamente. Y hoy, por desgracia, tampoco vislumbran ninguna mejoría. Pasadas las 12:00 del mediodía, ninguno de los dos ha probado un bocado.
Para mayor desgracia, ha habido inestabilidad en la venta del pan y el café en la bodega. “Hace cuatro días que no venden el pan. El niño desayuna con lo que aparezca”. Hace una pausa y continúa: “A veces desayuna con un traguito de café, pero no siempre, cuando aparece. En la bodega tampoco han vendido el café, y ahora en el barrio no hay ni una la latica de café que la gente en la calle vende a 80 pesos. Está dura la vida”, afirma la señora.
En la ciudad tienen más posibilidades
En el centro de la ciudad, es más probable que la mujer y el niño reciban ayuda. Para llegar hasta aquí desde su casa han caminado cerca de tres kilómetros.
“Vivimos lejos. Allá no conseguimos nada porque es un barrio muy pobre y hay gente que está peor que nosotros. Venimos a la ciudad porque tenemos más posibilidades”, dice la mujer.
En varias ocasiones han regresado con muy poco, y en el peor de los casos con las manos vacías. “A veces después de caminar tanto, con mucho sol, no nos han dado nada y ese día pasamos más hambre”.
El niño tiene nueve años y cursa el cuarto grado. A menudo falta a la escuela en busca de dinero o comida. “Es inteligente y no ha desaprobado”, dice la mujer.
Pedir: última alternativa en Cuba
Aunque no hay estadísticas oficiales, a simple vista resalta el aumento de personas que piden limosnas en las calles de toda Cuba. Por doquier se observan a hombres y mujeres extendiendo la mano a la espera de recibir dinero. La mayoría son enfermos, jubilados o personas con limitaciones físicas que reciben una magra pensión.
Cuba es el país más pobre de América Latina, según un informe del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), que evaluó parámetros como el ingreso per cápita, el acceso a los servicios de salud, seguridad social, alimentación y vivienda, así como el grado de cohesión social y de accesibilidad a carretera pavimentada.
“Más del 72 por ciento de los cubanos vive por debajo del umbral de la pobreza y solo el 14 por ciento espera que su situación personal mejore en un futuro próximo”, indica el OCDH. “Para el 64% de los cubanos, la crisis alimentaria continúa siendo el principal problema, seguido de la llamada ‘Tarea Ordenamiento’ (medidas económicas impulsadas por el régimen) y de la inflación. Además, aumenta la percepción sobre el sistema político y el Gobierno como un problema”, detalla el informe de la organización.
En la misma cuerda, pero según el economista estadounidense Steve Hanke, Cuba es el noveno país más miserable del mundo. “Las desastrosas políticas económicas han dejado al país en ruinas. No es de extrañar que la utopía comunista sea el noveno país más miserable del mundo según el Índice Anual de Miseria Hanke 2022”, tuiteó el economista.
El caso de la tía y el sobrino
Muchos han reprochado a la tía y al sobrino al verlos pidiendo limosna en la calle. “Una persona me dijo que no pidiera dinero en la calle. Le respondí ‘está bien’ y seguí caminando con el niño. Pero tengo que pedir porque todo ha subido de precio y tenemos hambre”, dice la mujer.
Son casi las 2:00 de la tarde. La suerte no los ha acompañado. Muestra el dinero y dice: “Con esto no comemos hoy. Tenemos que seguir pidiendo. Lo que nos han dado es muy poco. Una ración de congrí está a 160 pesos”. La mujer se para y le dice al niño: “Vamos”. Y se van a otro lado, con la esperanza de tener mejor suerte.