LA HABANA, Cuba. – El opositor y activista cubano Andrés Avelino Domínguez Beltrán nació en La Habana el 10 de noviembre de 1947. A sus 76 años de edad, aún mantiene firme su postura contra la “dictadura” cubana, a la cual califica como “maquinaria represiva perfecta”.
Desde que tenía 20 años de edad se considera opositor al régimen, aunque no fue hasta 2012 que se declaró públicamente contra el Gobierno, año en el que decidió integrarse al Frente de Acción Cívica “Orlando Zapata Tamayo”, una organización no gubernamental que busca generar un cambio de régimen. Actualmente es miembro de la organización Escudo Cubano.
Durante su paso por el Frente de Acción Cívica, y en disímiles ocasiones, fue arrestado y golpeado. Además, a pesar de su edad, fue sometido a “torturas y a tratos crueles e inhumanos”, asegura.
En 2016, fue encarcelado por participar en una protesta frente al Capitolio de La Habana, motivo por el cual estuvo recluido por alrededor de seis meses en la prisión de Valle Grande.
Domínguez Beltrán es padre de Luis Andrés Domínguez Sardiñas, opositor cubano encarcelado en cinco ocasiones por su activismo contra el régimen de la Isla y quien actualmente espera la sentencia del Tribunal Provincial de La Habana, que lo procesó por supuestos delitos contra la seguridad del Estado. Su petición fiscal es de tres años de privación de libertad.
―Andrés, primero que todo, quiero agradecerle por acceder a esta entrevista con CubaNet. Nos gustaría saber por qué decidió integrarse a la oposición cubana.
―Siempre he sido opositor. Soy contestatario con este sistema desde que tengo 20 años, pero en la oposición como tal me afilié desde 2012. Voy a cumplir 12 años de enfrentarme al régimen.
Cuando yo salí del Servicio [Militar] ya tenía otra óptica de lo que es el comunismo. Después empecé a trabajar en los muelles y los comunistas me quisieron coger para chocar con los estibadores; a partir de ahí me declaré contestatario porque me di cuenta de que el comunismo te usa para lo que le conviene. Por eso es que decido a integrar las filas de la oposición.
―¿Qué cambió en su vida tras declararse abiertamente opositor al régimen cubano?
―Desde ese mismo momento empecé a tener problemas, porque a pesar de ser un joven fuerte y buen trabajador me botaban de todos los trabajos por no ser confiable para los comunistas. Yo no pagaba sindicato, no participaba en las asambleas, y cuando me preguntaban que por qué no participaba les decía que ellos elevaban tanto las cosas que después no bajaban, y así. Desde entonces estoy sufriendo las consecuencias de mi carácter contestatario.
―¿Cómo has logrado sobrevivir durante todos estos años?
―Estoy sobreviviendo a duras penas, recogiendo laticas, vendiendo coquitos, pero ya no puedo ni venderlos porque no hay azúcar; recogiendo materias primas, lo que me vaya apareciendo porque no hago una actividad determinada. De donde pueda sacar cuatro pesos honradamente ahí estoy. Me meto en los basureros, recojo latas, botellas y las vendo como materia prima, así vivo yo, o más bien mal vivo.
Tengo un pedacito de tierra que lo estoy sembrando para sobrevivir, porque es para comer nada más. Tengo sembrado cebollino, yuca y otras cositas para nuestro consumo; pero estoy pasando hambre, esa es la verdad.
―¿La Seguridad del Estado ha tenido en cuenta su edad a la hora de reprimirlo?
―En ningún momento, ellos a mí me han tenido hasta 72 horas esposado dentro de un [auto] patrullero. Eso me lo hicieron durante dos años cuando participaba junto a las Damas de Blanco en la campaña “Todos marchamos”. Allí nos tenían durante 72 horas con las manos esposadas en la espalda; por eso estoy padeciendo de bursitis.
―¿En algún momento la Seguridad del Estado lo ha convidado a abandonar Cuba?
―En una ocasión, a mí y a mi hijo Luis Andrés Domínguez, dos oficiales de la Seguridad del Estado nos ofrecieron darnos 5.000 dólares a cada uno y el pasaporte para que saliéramos del país, algo a lo que me negué, porque tenía que firmar un papel que dijera que estaba de acuerdo con que la Seguridad del Estado me sacara del país y que me comprometía, mientras se hicieran los trámites, a no participar en más ninguna “actividad contrarrevolucionaria”.
Cuando me dijo eso, yo le pregunté: “¿Le puedo pedir a usted que me firme un papel en el que renuncie a sus principios? ¿Qué me diría?”. Y él me contestó: “Le digo que está loco”. Por eso le respondí: “Entonces usted está loco si piensa que yo voy a renunciar a mis principios”.
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