MADRID, España.- Aniceto Valdivia nació en Sancti Spíritus el 20 de abril de 1857 y a los 14 años fue a vivir a España con su madre. Allí, en 1881 obtuvo del título de Licenciado en Leyes, colaboró en las publicaciones El Globo, El Pabellón Nacional, Madrid Cómico y Los Lunes del Imparcial y se dio a conocer como dramaturgo y poeta.
De regreso a Cuba escribe para el periódico El País, se relaciona con el escritor Julián del Casal (1863-1893); los hermanos Carlos Pío (1872-1897) y Federico Uhrbach (1873-1932) ─poetas y colaboradores de importantes publicaciones como La Habana Elegante y El Fígaro─ y la poetisa y pintora Juana Borrero (1877-1896); desarrolla una intensa actividad cultural en La Habana; y entabla amistad con el poeta y escritor nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) durante las visitas de este a la Isla.
Luego Valdivia dirigió El Palenque Literario y colaboró en La lucha, La Habana Elegante, El Fígaro, El Triunfo, Revista Cubana, El Hogar... Hizo críticas literarias y especialmente teatrales. Como era usual en la época valerse de seudónimos para firmar los trabajos periodísticos, uno de los que utilizó fue el de conde Kostia, por el que se le identifica.
Fue Académico de número de la Sección de Literatura de la Academia Nacional de Artes y Letras y prologó varias obras de autores contemporáneos. Aunque también se le censuró por el estilo que en ocasiones empleaba y la irreverencia de algunos de sus juicios y procederes.
Exiliado durante la guerra de 1895-1898, hizo periodismo a favor de la independencia de Cuba en México y Estados Unidos. Diplomático en Noruega y Brasil, a su regreso al país escribió para otros medios de prensa como Heraldo de Cuba, El Mundo, Diario de la Marina y Social.
Aniceto Valdivia, quien no obstante su multifacética vida, sobresalió sobre todo en el periodismo y la vida cultural, falleció en La Habana el 28 de enero de 1927.
En días y años posteriores se le dedicaron no pocos artículos en la prensa. Por ejemplo, en Diario de la Marina José García Acuña le dedica uno con el título de “Lecciones de cosas. Mi ofrenda al Conde Kostia”, el propio mes de su muerte; en febrero Jorge Mañach escribe en El País sobre “Conde Kostia” y en la revista Carteles Ricardo Pérez Alfonseca “La agonía creadora de Conde Kostia”. Y así decenas de trabajos más, reflejos de que, alabado o reprochado, no pasó inadvertido en aquella etapa de la Cuba republicana.
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