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LA HABANA, Cuba, 7 de junio de 2013, Pablo Pascual Méndez/ www.cubanet.1eye.us.- Maridelis Tamayo González, de 40 años, empleada doméstica, cumple con puntualidad el pago de los impuestos y cuotas convenidas para recibir los beneficios de la seguridad social; solicitó en febrero del 2013 los servicios de círculo infantil para su hijo de dos años de edad, según establece un derecho contemplado en la recién modificada ley.
Su petición le fue concedida en marzo pasado para el círculo El Pequeño Príncipe, ubicado en las calles Aramburu y Concordia; sin embargo, tras un implacable “peloteo” se le comunicó que el niño fue rechazado y las razones debía averiguarlas en la instancia municipal.
El pasado 27 de mayo, Nancy Batista, directora de enseñanza pre-escolar del municipio Centro Habana, comunicó a Maridelis que su hijo fue dado de baja del programa de círculos infantiles por instrucciones precisas de oficiales de la Seguridad del Estado, ya que el padre del niño es bibliotecario independiente.
El supuesto “villano” se llama Alejandro García Áreas, de 42 años, ex empleado del sector turístico, quien hoy trabaja en cualquier cosa, hasta que halle ubicación en su perfil, como dependiente-cantinero.
El gran “delito” de Alejandro es administrar en su tiempo libre la biblioteca Hermanos Arcos Bernes, de la Red de Bibliotecas Cívicas Reinaldo Bragado Bretaña, donde realiza préstamos de libros con títulos que van desde los clásicos del Marxismo-leninismo, hasta compilaciones de artículos de Carlos Alberto Montaner.
Ahora Maridelis, una trabajadora cuentapropista que cumple con las leyes establecidas, empuñando diariamente un trapeador, para sacarle brillo al piso en el ultramarino poblado de Regla, tendrá que emplear parte de su magro ingreso para pagarle a alguien que le cuide el niño, cuando Alejandro no pueda hacerlo.
Desafortunadamente, el pequeño, Daniel Jesús, ha quedado privado de jugar con sus compañeros y de aprender las canciones que le enseñarían las maestras, porque “los círculos infantiles son para los revolucionarios”, una imposición que el chico ni siquiera tiene edad para comprender.