LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -El reciente fallecimiento de la líder de las Damas de Blanco, Laura Pollán, ha renovado el debate sobre el papel que jugó el Cardenal Jaime Ortega en el proceso de excarcelación y deportación a España, de la mayor parte de los presos de conciencia del llamado Grupo de los 75.
En estas “negociaciones”, ocurridas convenientemente en momentos en los cuales la opinión pública internacional centraba su atención en la violencia con que el régimen castrista enfrentaba las actividades pacíficas de las Damas de Blanco, intervinieron, además de los líderes cubanos, dos actores altamente controversiales: el Cardenal Ortega, y el ministro español de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos.
Seguramente los negociadores previeron que la excarcelación y expatriación de los 75, con la subsiguiente partida al exterior de Laura Pollán y Berta Soler, daría fin al movimiento de las “Damas de Blanco”.
Este esperado desenlace traería consigo indudables beneficios para cada uno de los involucrados en el “dialogo”. El gobierno castrista, mejoraría su imagen, dando la apariencia de que las cosas habían mejorado en Cuba, lo cual debería contribuir al mejoramiento de las relaciones del régimen con la comunidad internacional, especialmente con la Comunidad Europea. El Cardenal, recibiría como retribución un espacio social para su Iglesia. Y a Moratinos, se le despejaría el camino para lograr su objetivo de alcanzar la normalización de las relaciones de la Unión Europea con la Isla, una obsesión personal.
Con la partida de la mayoría de los 75 a España, una parte del proyecto se cumplió, no obstante, los negociadores no incluyeron en su ecuación el liderazgo de Pollán, quien impidió la desaparición de las Damas, incorporando a este movimiento a las Damas de Apoyo.
Probablemente los artífices de este proyecto, vieron estupefactos como, lejos de desaparecer el grupo, las actividades de las Damas de Blanco adquirían un nuevo impulso; situación que resultó inadmisible para un sistema acostumbrado durante medio siglo a campear por su respeto en el país, sin admitir cuestionamientos de ningún tipo.
Ante la imposibilidad de lograr la desarticulación de las Damas de Blanco, el gobierno cubano acudió a la represión, el método que mejor maneja.
Por todo lo anterior se afianza la duda sobre las verdaderas motivaciones que tuvieron Ortega y Moratinos para participar en las supuestas negociones con el gobierno castrista; si verdaderamente los movió un fin humanitario, o sólo tenían otros objetivos.
Las dudas se ven reforzadas hoy por el hecho de que en las últimas semanas las Damas de Blanco han vuelto a ser reprimidas violentamente por fuerzas gubernamentales, sin que el Cardenal Ortega, haya retomado su dialogo con el gobierno para impedirlo, ni abierto su boca para hablar del asunto, o manifestar en modo alguno su disposición a interceder ante las autoridades para que pongan fin a estos barbáricos actos.
Moratinos fue separado del gabinete español y se supone que Ortega pasará pronto a retiro por haber cumplido 75 años, edad en que los cardenales deben jubilarse.
Quedará para los historiadores develar las motivaciones reales que llevaron a la mesa de “negociaciones” al cardenal cubano y el ministro español, y averiguar si realmente hubo negociaciones o estos señores sirvieron solo como caja de resonancia a la dictadura. ¿Habrán sido sólo parte de una conjura para liquidar a las Damas de Blanco?