LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -No se tratará de un relevo generacional el inminente cese de Ricardo Alarcón como presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular en febrero de 2013, como indica que no haya sido propuesto para repetirse como diputado en las amañadas elecciones a efectuarse entonces, cuando se inicie la sexta legislatura con el nombramiento de los principales cargos. Con 75 años de edad, en la Cuba actual, aun es joven según las edades de los máximos dirigentes que sobrepasan los 80 y se ratificarán para un próximo período de 5 años. Será la salida del último personaje del entorno de Fidel Castro que no ha sido relevado por el general-presidente, aunque debe mantener a los históricos guerrilleros.
El nombramiento de Alarcón como ministro de Relaciones Exteriores en 1992 sorprendió a muchos, pues no lo concebían en funciones de organizador burocrático, sino como el representante personal del Comandante en Jefe para asuntos internacionales, aureola que el mismo cultivó junto con la noción de que siempre sería el negociador con los Estados Unidos, basada en sus relaciones y experiencia como representante permanente ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York por largos períodos. Pero más sorprendente todavía resultó su designación como presidente de la Asamblea Nacional pocos meses después. Entonces se podía comprender que había sido nombrado canciller para elevar su rango, como antesala de ese salto que lo situaba supuestamente entre los principales dirigentes del país.
Sin embargo, la Asamblea Nacional del Poder Popular es una pantalla de formalidades, sin independencia ni poder de decisión, que legisla lo dictado por el Partido Comunista, y durante decenios por Fidel Castro personalmente. Desde su creación en 1976, usó el molde de la Unión Soviética y sus aliados, consagrada por la Constitución Socialista -preparada por Blas Roca Calderío-, y que aprobó como su primera acción legislativa. Ese anciano comunista también comenzó la tradición de que una connotada figura política, con la que existieran ciertos compromisos de la época revolucionaria, que se quisiera mantener conforme y sin poder, fuera utilizada para otorgar respetabilidad a la presidencia, sobre todo si contaba con las simpatías de los amigos soviéticos. Algo similar ocurrió cuando el también antiguo comunista Severo Aguirre la recibió. Pero el político e intelectual Raúl Roa García, llamado en Cuba, Canciller de la Dignidad, parece que la aceptó con resignación, cuando se le cambió su intensa actividad internacional por la poltrona para atender decisiones preconcebidas y asistir a rimbombantes actos ideologizantes.
Alarcón habría tenido que lidiar con los grandes problemas del Período Especial, cuando a comienzos de la década de 1990 cesaron las subvenciones de la URSS y los países del socialismo real ya inexistentes. Probablemente estuvo aliviado al solo asumir una presidencia nominal en 1993. Como persona ligada a Fidel Castro, se empeñó en la campaña para “rescatar” a Elián González, ya fuera con las arengas inflamatorias contra el “imperialismo yanqui” o en las conversaciones con la Administración de Bill Clinton, congresistas, abogados, instituciones religiosas y otras de Estados Unidos, hasta que se le agotó el tema por el regreso del niño. Pronto encontró su causa en la liberación de los 5 cubanos acusados de espionaje en ese país, para proseguir sus viajes por tribunas nacionales e internacionales. Ahora queda la incógnita de si salvará este puesto, ya que muy posible nunca haya contado con la simpatía del presidente Raúl Castro, quien “sin prisa, pero sin pausa” ha limpiado el escenario.
Por otra parte, el nombramiento del canciller Bruno Rodríguez Parrilla como miembro del Buró Político del PCC ha motivado especulaciones sobre su probable nombramiento como presidente de la Asamblea Nacional. En ese caso, quizás indicaría que se propicia fortalecer la Asamblea Nacional para que juegue el papel que debería realizar. No obstante, teniendo en cuenta la proximidad a Raúl Castro apreciada hasta el presente, su ascenso podría ser el paso previo a la designación al frente del Departamento de Relaciones Exteriores del Comité Central del Partido, cargo actualmente ocupado por otra persona afín al general, pero muy desgastado tanto por la edad y la salud, como porque durante su último paso por el Ministerio de Salud Pública ocurrió el escándalo de las muertes de enfermos en el Hospital Nacional Psiquiátrico. La compleja situación creada en Venezuela por la grave enfermedad de Hugo Chávez irradia peligrosamente sobre las subvenciones que mantienen a flote la magullada economía cubana, por lo que los viajes al extranjero y los contactos en La Habana para procurar financiamiento y cooperación demandarán fortaleza física y sobre todo intimidad con la máxima dirección de Cuba. No obstante, en tal caso habría que remplazar al ministro de exteriores, a no ser que por iguales motivos Bruno Rodríguez sea mantenido al frente del MINREX, e incluso ascendido a viceprimer ministro –como Nicolás Maduro en Caracas-, y la membresía en el Buró Político responda al interés de reforzar su representatividad. Sin embargo, si es desplazado a una Asamblea como la actual, también su “levitación” al Buró Político sería otro acto de ilusionismo.