LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -A veces resulta un ejercicio estéril hacer comparaciones entre personas de relevancia política, cultural o social, porque es demasiado fácil caer en la tentación de hacer sólo una aproximación pintoresca o una diferenciación arbitraria.
Sin embargo, en pocas ocasiones ocurren hechos tan notorios como los fallecimientos, con un día de diferencia, de personajes de tanta relevancia noticiosa como Kim Jong-il y Václav Havel. Y esa coincidencia, a mi parecer, obliga a algunas reflexiones basadas en la vida y hechos de ambos, sobre todo porque el primero era un aliado incondicional del gobierno cubano, y el segundo se había convertido en una figura demonizada por la propaganda de este mismo gobierno.
La realidad habla del modo más elocuente, ya que no sólo murieron con un día de diferencia (Kim Jong-il, el sábado 17 de diciembre de 2011, y Václav Havel el domingo 18), sino que nacieron en años no muy distantes, el norcoreano, en 1941, y el checo, en 1936. Hasta aquí las aproximaciones. Todo lo demás es harto diferente. Es casi imposible encontrar a dos hombres y actores políticos más contrapuestos.
La propaganda norcoreana describe el nacimiento de Kim Jong-il con elementos cercanos a grandes personajes religiosos asiáticos (en una especie de “estrategia mitológica”), como Gautama Buda: presagio de golondrina, aparición de una nueva estrella, doble arco iris sobre el monte en que nació. Sin embargo, vino al mundo en un pueblo de Siberia, donde su padre recibía entrenamiento militar, y durante la Guerra de Corea, vivió y se educó en China.
Muy joven aún, Kim Jong-il se afilió al Partido de los Trabajadores Coreanos, pasó a ser secretario personal de su padre, y pronto lo ayudó a realizar una purga en el Partido. En 1973, fue puesto a cargo del Departamento de Agitación y Propaganda, y en 1980 entró al Presidium y al Comité Central, pasando oficialmente a integrarse al culto estalinista a la personalidad de Kim Il-sung como heredero designado.
Por fin, la primera dinastía comunista quedó establecida cuando, a la muerte de su padre, en 1994, Kim Jong-il asumió el poder y se convirtió en el nuevo “Querido Gran Líder”.
Por su parte, Václav Havel nació en Praga en una familia acomodada, en 1936, y trabajó como técnico en un laboratorio químico, y como tramoyista en el Teatro de la Balaustrada, donde luego también fue director y comenzó a escribir sus primeras obras.
Pudo licenciarse en arte dramático, en 1967, pero al año siguiente ocurrió la invasión soviética a Checoslovaquia para frustrar la Primavera de Praga, un intento de ponerle “rostro humano al socialismo”. Y como Václav Havel, al frente del Club de Escritores Independientes, se opuso a la invasión, su obra quedó prohibida y tuvo que abandonar Praga.
Como tenía suficiente prestigio, y oportunidades no le faltaron, pudo haber hecho una carrera intelectual en Europa Occidental, al igual que otros, o pudo también, como muchos de sus contemporáneos, vivir y medrar a la sombra del poder. Pero prefirió seguir escribiendo y, además, continuar su lucha.
Fue promotor y portavoz de la “Carta 77”, un reclamo de democratización que tuvo gran impacto internacional. Lo acosaron, lo encarcelaron, mas no pudieron hacer que se detuviera. A la caída del muro de Berlín, en 1989, junto a otros destacados intelectuales, creó el Foro Cívico, que determinó un proceso de transición democrática conocido como la “Revolución de Terciopelo”, y a finales de ese mismo año fue nombrado presidente de la República Checoslovaca.
En 1990, fue confirmado por dos años más en elecciones democráticas. Y una de sus primeras medidas fue la expulsión, de manera pacífica, de las tropas soviéticas. Contrario a la división del Estado sin un referéndum, dimitió de su cargo, pero luego fue elegido presidente de la nueva República Checa. Y más tarde, en 1998, fue reelecto para un último mandato de cinco años.
Por su parte, Kim Jong-il, con el control absoluto de Corea del Norte, había heredado también una catastrófica situación económica. Se cree que cientos de miles de personas, quizás hasta un millón, perecieron de hambre. Logró, sin embargo, en 2000, una reunión con Kim Dae-jung, presidente de la vecina Corea del Sur, el primer encuentro de ambas partes desde el alto el fuego de 1953 (técnicamente, los dos países continúan en guerra), lo cual tuvo como resultados el incremento de los lazos mutuos y el permiso para que volvieran a reunirse familias separadas durante casi medio siglo.
Violando acuerdos firmados en 1994, Kim Jong-il anunció, en 2003, que su país poseía armamento nuclear y, para confirmarlo, en 2006, ordenó la detonación de la primera bomba atómica.
Václav Havel trabajó desde sus primeros tiempos como presidente para integrar a su país en las instituciones europeas y fomentar las relaciones diplomáticas. En su política interna fue consecuente con las ideas por las que había luchado, propiciando la independencia de los sindicatos y el respeto por las libertades y derechos del individuo, recuperando la vitalidad de Praga, de las universidades y las comunidades, buscando la formación de un auténtico empresariado nacional y un verdadero renacimiento del país: el logro, en fin, de un Estado de derecho garantizado por valores sociales y humanos, más que ideológicos o económicos.
En Corea del Norte, las ocupaciones de Kim Jong-il fueron siempre mucho menos constructivas para su país y los alrededores. Ya desde 1983, había ordenado un bombardeo a la capital de Birmania, donde murieron diecisiete funcionarios surcoreanos. Y cuatro años más tarde, el derribo de un avión civil surcoreano en el que perecieron ciento quince personas. Se le acusó también de intentar recaudar dinero con el secuestro de ciudadanos japoneses y de tráfico de dinero falso y drogas a través de embajadas norcoreanas. Sus amenazas de guerra y los incidentes militares que provocó son incontables.
La segunda sucesión en la dinastía Kim comenzó a prepararse, con su hijo menor, Kim Jong-un, desde 2008, cuando el “Querido Líder” sufrió un grave infarto. En 2010, el joven heredero había sido nombrado general de cuatro estrellas y designado para importantes puestos en el Partido. Ahora es ya, oficialmente, el “Gran Sucesor”, tras la muerte de su padre, que gobernó el país durante diecisiete años y lo deja hundido en la ruina y el desprestigio internacional, tras el desarrollo de un programa nuclear concebido para infundir pavor y lograr concesiones a nivel internacional.
La prensa y la televisión cubanas informaron sobre su muerte y el gobierno decretó tres días de duelo nacional, pero ningún opositor, ni siquiera persona o institución alguna de relevancia al margen de la oficialidad, expresó pesar por el fallecimiento del “Gran Líder”.
Václav Havel, sin embargo, por su incomparable itinerario humano y político, por su valor y honestidad para oponerse a sus propios ministros, e incluso a posturas de la comunidad internacional cuando estuvo en desacuerdo, se había convertido en vida en una referencia ética ineludible. Cuando se retiró de la vida política oficial, continuó participando activamente en la defensa de la democracia y de los derechos humanos en diversas partes del mundo, incluyendo a Cuba.
Porque en realidad Václav Havel nunca defendió una ideología o un sistema económico determinados. Y si llegó a ser presidente de su país, ello ocurrió más allá de sus intenciones y objetivos. Creía en las libertades políticas, que no debían ser negadas bajo ningún sistema, fuera de la orientación que fuera. Creía en un orden donde los poderes del Estado estuvieran separados. Fuera de eso no importaban ni la izquierda ni la derecha, sino sólo si se defendía el despotismo o la libertad. Las ideologías le parecían esquemas para reducir la realidad y anular el presente, y propiciadoras de dictaduras. No creía en el mero progreso económico sin libertades políticas.
Si no tenía ideología, vivió y trabajó durante toda su existencia siguiendo ideales cívicos muy seguros y afincados en la realidad y en su fe religiosa. Sobre ellos levantó su obra como ciudadano —que otra cosa no pretendía ser— y por ellos llegó a estar, junto a otros que compartían esos ideales, en el centro de la hazaña de hombres libres, luego multitudinaria, que a fuerza de resistencia acabó en Europa del Este con los regímenes que formaban parte de lo que ahora se conoce como “socialismo del siglo XX”.
Su muerte fue opacada oportunamente en los medios masivos cubanos por la “repercusión” que tuvo en el pueblo norcoreano la muerte del “Gran Líder”. Solo apareció una breve nota necrológica en la prensa. Pero muchos miembros de la oposición, blogueros y periodistas independientes expresaron un hondo pesar por su fallecimiento. Y con razón, porque Václav Havel fue siempre un aliado incondicional de la imprescindible apertura democrática en Cuba e, incluso, llegó a advertirnos de los futuros peligros.
Al final, mirando a las dos figuras y analizando los hechos que protagonizaron, es indudable que, en la Corea de la dinastía Kim, donde Kim Jong-il fue pieza clave, quienes hayan guardado alguna afinidad con hombres como Václav Havel no pudieron tener la menor oportunidad de resistir, o de respirar siquiera.