LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 – Me resultó familiar el cubículo en la sala de puerperio del hospital materno infantil de la capital, Hijas de Galicia, donde estuvimos de visita mi esposa y yo el pasado 14 de octubre. Las dos camas con el bastidor destartalado, el desvencijado sillón de aluminio con cuerdas de goma entretejidas, el color crema sucio de las paredes y los interruptores eléctricos colgando de los cables, conformaban una imagen que me recordaba algo conocido.
El recuerdo se completó cuando entré al baño a lavarme las manos. Vi la bañera y el inodoro cubiertos de un vetusto sarro negro, un verdadero medio de cultivo para gérmenes y bacterias. Tomé fotos, como para no olvidar el lugar, donde recordé haber estado antes, el 9 de junio de 2007, cuando nacieron mis sobrinas gemelas, Madelai y Madelaine .
Cuatro años después, Yuniesky González Morel, el recién nacido que visitaba este 14 de octubre, era otro cubanito recién nacido, expuesto, al igual que mis sobrinas gemelas, al sedimento negruzco de aquella infame bañera, cuya sola imagen retratada en mi celular contradice toda la alharaca sobre los famosos “logros” en materia de salud, higiene y natalidad infantil, que el gobierno cubano sigue vendiendo a una audiencia internacional, siempre dispuesta a creerle.
Los cubanos sabemos que nuestros dictadores priorizan la ayuda médica internacional, la formación de estudiantes latinoamericanos de medicina en Cuba y sus rimbombantes estadísticas de mortalidad infantil; sin que les preocupe demasiado el alarmante deterioro de la infraestructura del sistema de salud. Por supuesto me refiero al sistema de salud que atiende a los cubanos, no al paralelo que se ocupa de atender a extranjeros y jerarcas; porque en Cuba, aunque tenemos un solo Partido, tenemos dos monedas –una para que nos paguen y otra para que nos cobren-, y dos sistemas de salud. Algo de lo que Michael Moore no habla en su documental Sicko.
¿Tiene derecho el gobierno a arriesgar nuestras vidas, exponiéndonos a todo tipo de infecciones cuando entramos a estos asquerosos hospitales, simplemente porque supuestamente nos da atención médica “gratuita” -algo muy discutible en realidad, teniendo en cuenta que nos paga 20 dólares por trabajar todo un mes-? ¿Quién sabe cuántos pacientes fallecen en nuestros hospitales, no debido a la enfermedad por la que entraron, sino por complicaciones originadas por las bacterias que proliferan en las paredes, camas, baños y salones quirúrgicos? El Instituto Nacional de Higiene y Epidemiología, no publica las cifras de fallecidos por infecciones contraídas en los hospitales.
Los trabajadores de este hospital y la prensa independiente, fuimos testigos, en la primera quincena de julio de 2007, del fallecimiento de tres recién nacidos, a causa de una extraña infección contraída en el hospital, entre ellos la prematura Mari Paz González, con sólo cuatro días de nacida.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y basta mirar las fotos que tomé para ilustrar este artículo. ¿Puede alguien pensar que el baño de esta sala sea apropiado para que lo use un ser humano, ni hablemos de mujeres recién paridas y bebés recién nacidos? ¿Desde cuántos años, antes de mi anterior visita, en junio de 2007, está ese baño en estas condiciones?
Probablemente si dentro de otros cuatro años regreso a esta sala de obstetricia, encuentre que el “bañito esta igualito”, o peor. No obstante “la revolución” continuará alardeando de sus logros en el campo de la salud y sus amigos de fuera seguirán dispuestos a creerle y a culpar al “bloqueo” por cualquier cosa que salga mal.