LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.1eye.us) – El trovador cubano Carlos Varela ha vuelto a alumbrar el paisaje gris del socialismo, ahora sin las metáforas de sus canciones. Sus críticas a la falta de derechos fundamentales en Cuba partieron de suelo estadounidense.
A juzgar por el tono y los temas abordados por el cantautor en su entrevista con la agencia AP, caben las sospechas de que se trata de un juego propagandístico con el fin de ofrecer una imagen más tolerante del sistema.
Las exhortaciones a favor de la libertad de opinión y de movimiento, entre otras alusiones contrapuestas al discurso del gobierno, que le otorga el permiso para que pueda realizar su gira de conciertos en el país enemigo, traen más dudas que esclarecimientos. Aunque sus exposiciones no dejan de ser interesantes, definirlas como una muestra de cambios reales en el sector artístico e intelectual, sería un juicio superficial.
En los años 90 del pasado siglo, Pedro Luis Ferrer, otro exponente de esta corriente musical, ventilaba en público similares críticas contra la censura y la falta de derechos. En uno de sus conciertos en el Palacio de Bellas Artes, en un tono cuestionador y sin acotaciones para matizarlo, el trovador expresó sus desacuerdos con varias políticas del régimen relacionadas con el universo de los derechos humanos.
Al tocar el tema hay que mencionar a Pablo Milanés, uno de los íconos del Movimiento de la Nueva Trova, quien hace más de 15 años viene manifestando, allende los mares, su descontento por las prohibiciones, censuras y chapucerías. Incluso se ha atrevido a clamar por un relevo de la cúpula del poder.
Este fenómeno, con sus diversas coloraciones semánticas, habría que observarlo como una combinación de oportunismo y espontaneidad, salvo casos excepcionales entre los que habría que citar el nombre de Pedro Luis Ferrer, que fue eliminado de la radio y la televisión. De vez en vez sólo aparece en algunos escenarios, sin apenas divulgación y bajo vigilancia de los agentes de la policía política, mezclados entre sus fans.
La mayor parte de las declaraciones de estos artistas e intelectuales favorables a una apertura en el ámbito cívico y político tienen lugar lejos de las fronteras nacionales. Los cubanos que se enteran, lo hacen a través de comentarios escuchados en la calle, casi siempre originados por algún familiar en el extranjero o algún vecino que puede pagar los 6 u 8 dólares mensuales que cuesta recibir, de manera clandestina, la señal de los dos principales canales de la televisión hispana del Sur de Florida.
El grueso de estas opiniones, que frente a la férrea ideología del poder son contestatarias, no debería tomarse como un referente para calibrar la situación de la libertad de expresión y la tolerancia dentro del sistema, basado en un mecanismo de premios, chantajes y manipulaciones.
Algunos pueden ser auténticos a pesar del torbellino represivo. Otros cumplen el guión al pie de la letra, es decir criticar, pero siempre fuera del país, sin cuestionamientos políticos de peso, ni mucho menos cuestionar en lo más mínimo el liderazgo de Fidel y Raúl Castro.