LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.1eye.us -Antes de la revolución castrista, e incluso durante los años 60 y 70 de la pasada centuria, La Habana era una ciudad colmada de pequeños cines en todos sus barrios. Tal vez no exhibieran las películas más en boga en ese momento, pero mostraban otros filmes de interés, y les evitaba a muchas personas el tener que recorrer grandes distancias para disfrutar del séptimo arte. La novela La Habana para un infante difunto, de Guillermo Cabrera Infante, nos ilustra la existencia de esas salas cinematográficas.
A partir de la década del 80, la desidia, el abandono, y la paulatina escasez de recursos materiales, irían dando al traste con la vida de estos cines. Una situación que se agravó durante el período especial en los años 90. Únicamente siguieron funcionando los principales cines de la ciudad, en los que se proyectaban las películas de estreno, y tenían lugar las actividades de los festivales del Nuevo Cine Latinoamericano. La mayoría de las edificaciones que albergaban a los cines de barrio son hoy poco menos que escombros. Una de las excepciones es el antiguo Maxim, transformado en el Maxim Rock, la meca de ese género musical en Cuba.
Sin embargo, la irrupción de la iniciativa privada apunta al desvanecimiento del monopolio de los grandes cines estatales. Se trata de pequeños locales que han sido convertidos en salas cinematográficas, y que ya pueden apreciarse en casi todos los municipios de la capital. Sus propietarios son cuentapropistas que se las arreglan para conseguir buenas películas. En algunos casos cuentan también con ofertas gastronómicas y hasta áreas de esparcimiento para los más pequeños.
En la calle Maloja, entre Infanta y Ayestarán, donde confluyen los municipios de Cerro, Plaza y Centro Habana, se localiza el nuevo cine Hollywood. Es una sala pequeña, que cuenta con solo diez butacas, dotada de aire acondicionado. Muestra películas en tercera dimensión. Ofrece funciones todos los días. De lunes a viernes comienza a las cuatro de la tarde, mientras que los sábados y domingos las funciones se inician a las doce del día. El acceso a este cine es por reservación; es decir, las personas hacen una llamada telefónica e indican el día y la hora en que piensan asistir. Todo de acuerdo con una programación de películas para la semana, que se halla visible en la entrada del local. Claro, comoquiera que los propietarios del Hollywood hacen válido el principio de que lo principal es satisfacer al cliente, en caso de que una persona reserve todas las localidades en una tanda determinada, la programación puede ser modificada, y el usuario selecciona la película de su preferencia.
El día de nuestra visita estaban cubiertas casi todas las localidades. Pudimos recoger las impresiones de algunos de los asistentes, entre ellos menores de edad, varios de los cuales iban acompañados por sus padres. En general, las opiniones son de aceptación. Los jóvenes alaban los efectos especiales de las películas. Las personas mayores, por su parte, destacan lo conveniente de que haya un cine cerca, así como la tranquilidad que les proporciona saber que sus hijos pueden ver buenas películas sin necesidad de trasladarse a zonas más peligrosas y conflictivas de la ciudad.
La única inconformidad que salió a relucir fue el precio, que equivale a dos dólares. Una suma elevada si consideramos que el salario promedio en el país oscila alrededor de los 17 dólares mensuales. Pero, bueno, se confía en que el surgimiento de nuevos cines de este tipo incremente la competencia y haga que las tarifas disminuyan.
De todas formas, no hay dudas de que asistimos a otra de las aristas positivas de la proliferación del trabajo por cuenta propia en la isla.