LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – Una madrugada de febrero, Alfredo, dependiente de 53 años del centro nocturno Rio Club, antiguo Johnny’s Dream, atendía pedidos, atento a la reacción de unos turistas rusos que revisaban la cuenta. Uno de ellos se incorporó y solicitó hablar con el gerente.
Alfredo observó como Madiel, el jefe de turno, conversaba con el reclamante; también vio cómo, después de recibir las disculpas, el cliente pagó la cuenta rectificada y se retiró. Enseguida Alfredo recibió un aviso: debía presentarse en la oficina del subgerente.
Mientras se dirigía a la oficina, Alfredo, un hombre tranquilo, dedicado a su trabajo, se sintió molesto. Le preocupaba la próxima racionalización de plantilla anunciada por la empresa. Los rumores lo señalaban como candidato a perder el trabajo.
Al llegar, Emilio, el subgerente, y Madiel, le llamaron la atención y le informaron que sería sancionado. Él replicó, consideraba que no tenía sentido el castigo, ya que las quejas de los clientes eran frecuentes e intrascendentes. Además, la administración estaba al tanto de todos los “inventos” que se hacía en el bar.
La discusión se acaloró. Alfredo buscó en su bolsillo la sevillana y fulminó a Madiel con tres navajazos, Emilio se defendió del ataque pero recibió siete heridas. El agresor buscó la calle, Emilio lo persiguió, sólo para ver cómo Alfredo se alejaba. También advirtió la presencia del jefe del sector de la policía que patrullaba la zona y gritó, señalando a Alfredo:
-Fue él, mira lo que me hizo.
Alfredo se entregó sin ofrecer resistencia.
Días después, Emilio falleció en el hospital, y antes de morir dio versión de lo ocurrido. Entre tanto Alfredo, el hombre tranquilo devenido asesino, permanece tras las rejas en espera del juicio.
En Río Club, o el Johnny´s Dream, como le sigue llamando el público, no para la rumba, pero desde aquella madrugada, jefes y trabajadores se rehúsan a hablar sobre la trágica racionalización de tres plazas que hubo en el lugar.