LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -Antes del triunfo de la revolución en 1959, los integrantes del Movimiento 26 de Julio asesinaban a los esbirros y chivatos del dictador Fulgencio Batista cada vez que tenían una oportunidad, ya fuera en un rincón de una calle, o a la vista de todos. Cuando triunfó la revolución, los masacraron a todos en unos juicios sumarios que el mundo reconoció como un baño de sangre.
Antonio Soto tiene más de ochenta años, y recuerda bien aquellos primeros días del triunfo revolucionario, cuando el hecho de haber servido en el gobierno de Fulgencio Batista o haber simpatizado con el derrocado dictador se convertió en la pesadilla de cualquier cubano.
“Fue el Che el alma de la persecución, del enjuiciamiento y la ejecución de los que eran señalados como criminales y chivatos de Batista. Hasta creó un cuerpo de gente armada para eso; y así los fueron cazando, enjuiciando y ejecutando”, afirma Antonio.
Dice que aunque no estuvo presente en ninguna ejecución, oyó anécdotas de personas que dijeron haber estado presentes, y vio las imágenes que en su momento fueron publicadas por revistas como Bohemia. Imágenes que jamás han vuelto a difundir.
“Recuerdo una foto de un camión, a donde lanzaban los cadáveres de los fusilados. Las manos de un difunto salían por entre las barandas de madera del camión.”
“Era directo del juicio a la ejecución. Los paraban contra la pared con los ojos vendados y las manos atadas, y san se acabó. Algunos de aquellos esbirros, acusados de haber cometido asesinatos se negaron a que les vendaran los ojos, y murieron mirando al pelotón.”
A pesar de que todos esos juicios sólo sirvieron para dar visos de legalidad a unas ejecuciones planificadas desde hacía ya tiempo, refiere que la venganza revolucionaria también incluyó las ejecuciones extrajudiciales. Muchos se aprovecharon de la atmósfera de revancha creada con el triunfo, y tomaron la justicia por su mano, ante la mirada cómplice de los rebeldes en el poder.
Este anciano, quien abrazó la fe católica públicamente después que dejó de ser un estigma, afirma que lo importante no fue quién tiró la primera piedra entre los revolucionarios y los batistianos. Como cristiano cree que la culpa de aquellas vendettas la tuvo la violencia desatada por ambos bandos en la década de los años 50, y que sería un error repetir la historia de aquellos tiempos.
“A pesar de que mi salud no me lo permite, tampoco me imagino arrastrando por las calles, ni maltratando de forma alguna a esos esbirros y chivatos, que se prestan ahora para violentarlos a ustedes, y a esas mujeres que se visten de blanco.”
“Creo que vendettas como aquella de enero de 1959, pueden evitarse en un futuro si se destierran para siempre las viejas tácticas revolucionarias del terror”, concluye Antonio.