LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -La indigencia es un punto extremo de la pobreza, del cual no escapa la sociedad cubana. Escarbar en la basura se convirtió, desde el comienzo del Periodo Especial, en una opción de vida para muchas personas, pues, con lo encontrado, subsisten, remediando necesidades apremiantes.
Mi llamado de atención sobre esta realidad se produjo al ver el documental “Buzos, leones y tanqueros”, del joven realizador Daniel Vera, presentado en las primeras ediciones de la desaparecida Muestra de Nuevos Realizadores. El documental representó una alerta sobre la situación de esas personas que han sido expulsadas del seno de la sociedad.
Sobre estas personas nunca he visto imágenes en los noticieros de la televisión, ni comentario alguno por parte de periodistas oficiales, sobre todo los que juegan a cuestionar asuntos de actualidad nacional. No existen en la prensa oficial cubana espacios para el análisis del fenómenos de los márginados sociales. Jamás tan sensible asunto ha ocupado primeros planos en los medios del régimen.
La Habana de hoy se levanta sobre sus propios excrementos. Mendigos y “buzos” (escarbadores de los basureros) son parte de esa población deambulante que sobrevive gracias al reciclaje de los desperdicios. Muchos de los objetos encontrados en los contenedores de basura son reparados y vendidos por estos “buzos”, entre los que resulta posible hallar desde minusválidos hasta graduados universitarios.
Los lugares para ejercer la mendicidad se ubican en zonas de mucha actividad, en esquinas como Monte y Belascoain, Zulueta y Apodaca o Egido y Zulueta, en la Habana Vieja; o en Galiano y Barcelona o Reina y San Nicolás, en Centro Habana. También en la céntrica esquina de 23 y 12, en el Vedado. Es notable la presencia de mendigos en lugares de especial actividad comercial, como en la Plaza de Cuatro Caminos o en el centro comercial de Carlos III.
Muchos menesterosos, ancianos, sobre todo, venden cualquier objeto personal, incluso los más íntimos, para poder tomarse un café, o un trago de ron, o para almorzar malamente en los llamados comedores censados del Sistema de Atención a la Familia (SAF).
Los envases que encuentran los “buzos” en la basura, potes de helados, pomos plásticos, envases de café, frascos de perfume, botellas de ron y de cerveza… son frecuentemente usados para envasar falsificaciones artesanales de esos mismos productos, hechas por la izquierda, que son infiltradas, con la complicidad de gerentes y empleados, en las cafeterías o mercados que operan en pesos convertibles.
Las ofrendas religiosas usadas en la santería cubana también resultan trofeos de “buceo”. Los indigentes “rescatan” desde un pargo o una paloma, usados por iniciados en la Regla de Ocha para hacer una rogación de cabeza, o un gallo ofrecido en sacrificio a Shango o a otra de las deidades del panteón yoruba, hasta un racimo de plátanos manzanos depositado en una palma. Los menesterosos recogen estas oblaciones para su propio consumo o para venderlas.
De vez en cuando, “buzos” y mendigos son objeto de operativos policiales; simples acciones cosméticas cuyo fin es reprimir, en lugar de prever y remediar las causas del fenómeno; el cual, por cierto, cobra matices escalofriantes en estos tiempos de cólera y otras epidemias trasmisibles por contacto.
Julio Cesar, de 41 años, trabaja como asistente de salud en el hospital Hermanos Amejeiras. Todos los días, además de su faena laboral en el hospital, trata de vender lo que recicla en el Parque de la Chispa, en Monte y Belascoain. Él nos comenta: “No me meto en política, pero las cosas andan mal. Muchas personas vienen a diario a este parque para vender algo y poder comer algo, la mayoría vive en la calle, hace unos días la policía hizo un operativo y nos llevaron para un lugar que se llama La Colonia. Es triste ver aquello, a algunos los ayudan aunque sea para su higiene personal. Soy santiaguero y llevo 31 años viviendo aquí. La jugada está apretada. Cada día se hace difícil inventar un peso y se hace raro encontrar algo en la basura, pues hoy somos muchos”.
Para María, una mulata habanera de 52 años, “mendigar es la forma de ganarme la vida, pues debido a un accidente laboral, me vi imposibilitada de trabajar desde hace cerca de 30 años. Comencé prostituyéndome, hasta que los hombres perdieron el interés por mí, pero gracias a eso pude alimentar a mis hijos. Hoy me siento abandonada a mi suerte por ellos”.
Muchas de estas personas corren el riesgo permanente de una muerte prematura, por vivir sucios y a la intemperie, algo que los hace vulnerables a las enfermedades, y frecuentemente impulsa al suicidio. Cuando eran niños y adolescentes, todos confiaron en que en el paraiso socialista prometido, tendrían una vida segura, donde primaría la solidaridad social. Hoy, apenas sueñan con llegar vivos al día siguiente.