LA HABANA, Cuba. – El 15 de junio de 1996, en su residencia de Beverly Hills, Ella Jane Fitzgerald exhaló el último suspiro. Aquella mujer, que había nacido en la acera de los desfavorecidos para convertirse en “reina del jazz” y “primera dama de la canción”, dejaba tras de sí una larga vida de desafíos y éxitos, incontables discos en estudio y en vivo, 14 premios Grammy, un doctorado honorario en Música por la Universidad de Harvard y reconocimientos de todo tipo a su descomunal carrera artística.
Ella Fitzgerald ha sido considerada como una de las cantantes más influyentes en la historia del jazz, mérito que comparte con Billie Holiday y Sarah Vaughan. Su voz cubría una tesitura de tres octavas, que parecían multiplicarse gracias a su capacidad para vocalizar e improvisar. Tan poderoso y afinado instrumento le permitió interpretar un repertorio que abarcaba desde el swing, el góspel y el blues, pasando por la samba, la bossa nova y el calypso, hasta el pop.
La vida de la cantante estuvo marcada por la temprana muerte de su madre, ocurrida cuando Ella solo tenía 15 años. El trauma la volvió inestable y complicada, al punto que debió ser internada en un reformatorio.
Decidida a triunfar en el mundo de la música, debutó a los 17 años en el Harlem Apollo Theater de Nueva York. Aquella primera presentación fue seguida por una reseña premonitoria en la revista Metronome, en la cual su autor le auguró una escalada al olimpo de la música. Ella, que ya cautivaba la atención de importantes músicos y arreglistas del mundo del jazz, como Benny Carter, Chick Webb, Count Basie, Duke Ellington y Louis Armstrong, aún no había mostrado lo mejor de su arte.
Aquellos compositores la buscaban por su hermosísima voz, pero no imaginaban lo que vendría después. Fue durante una gira con Dizzie Gillespie que Ella comenzó a dominar el arte de la improvisación dentro del estilo jazzístico conocido como bebop. Sus magistrales vocalizaciones, giros y fraseos la posicionaron rápidamente en la preferencia del público y la crítica. Desde entonces, su fama no hizo más que aumentar, manteniéndose sobre los escenarios, cantando jazz, hasta inicios de la década de 1980.
Una insuficiencia cardíaca congestiva retiró a “la Reina” de los escenarios, pero su obra ha perdurado como uno de los grandes tesoros de la música norteamericana y universal. Entre sus canciones más recordadas se encuentran Lady Be Good, How High the Moon, Ev’ry Time We Say Goodbye y Flying Home.