LA HABANA, Cuba.- Algo que asombra desde que uno oye hablar, que suena a un mundo muy lejano y ajeno al nuestro. Algo que despierta el más natural de los escepticismos y que hay que ver para creer. ¿Game-Art en Cuba? Bueno, eso es precisamente “Just in time (to play)”, una exposición de Game-Art en La Habana de 2018.
La muestra reúne obras de Rewell Altunaga, Rodolfo Peraza, Yonlay Cabrera, Néstor Siré y el dúo Serones. La curaduría corrió a cargo de Lesly Fonseca Tundidor (LESS), que también redactó el esclarecedor texto del catálogo. Será esta la última exhibición en El Oficio, una galería independiente en un viejo caserón de lo más hondo de Centro Habana, antes de que entre en vigor el decreto 349, que ilegaliza y castiga el arte fuera del corral de las instituciones.
En Just in time (to play) hallamos trabajos, inéditos de los artistas más destacados en el espacio de las artes tecnológicas del país, pero también de los que están surgiendo, aunque no son ellos los únicos creadores cubanos que se han dedicado, o aproximado cuando menos, al Game-Art. Y, aun así, siguen siendo muy pocos los artistas que se han aventurado en este campo en Cuba, donde el género, en comparación con países de mayor desarrollo económico, crece no solo “de forma tardía, sino también en un ambiente underground”.
Como advierte LESS en sus palabras de presentación, la curaduría intenta unificar “las variadas propuestas expresivas del lenguaje en la creación”, pues le pareció necesario destacar apropiadamente a unos artistas y un lenguaje “que engloban la gran diversidad de líneas en torno al arte tecnológico y su naturaleza en ocasiones inclasificable”.
La capacidad del Game-Art para “interpelar al espectador/usuario con el divertimento como rasgo esencial” parece encabezar los propósitos de esta muestra: la intervención directa o indirecta del individuo en lo que puede ver, escuchar o sentir, influyendo de esa manera en el resultado mismo de la obra, lo cual sienta una diferencia fundamental con las anteriores formas de arte.
“Just in time (to play)” se enfoca en nuclear varias producciones en torno al videojuego y, para ello, toma prestado tanto su lenguaje como su mecánica funcional y su estructura interactiva, al tiempo que reflexiona sobre el videojuego como medio y como objeto cultural.
Cuando se hizo la primera exposición sobre este arte tecnológico, hace casi 30 años, en el Museo de la Imagen en Movimiento de Nueva York, el género solo empezaba a despertar interés en el mundo académico y eran escasos los artistas que lo veían como un medio propicio para la creación, pero ya en 1999 se realizó la primera muestra en un sitio “no-lugar” al que no se podía llegar físicamente, la primera galería virtual: Internet.
Como era de esperar, se descubrió entonces el gran número de artistas que, valiéndose de diversas modificaciones de juegos comerciales, lograban expresar sus preocupaciones sociales y políticas, sin más recursos que las herramientas virtuales que comenzaban a multiplicarse a una pasmosa velocidad y que cada día se hacían más fáciles de adquirir.
Resulta curioso que, para avanzar en este nuevo campo creativo del videojuego —y del Game-Art mismo—, se hizo pronto imprescindible el trabajo colectivo para integrar disciplinas tan diversas como la música, el cine, el diseño y la ilustración en el contexto de las nuevas tecnologías.
Aquello que se inició en el mundo desarrollado —Estados Unidos, Japón, Europa— y tímidamente alcanzó a Latinoamérica, no solo entró tarde en Cuba, sino que lo hizo en la peor y más generalizada crisis de su historia. En el Período Especial de los oscuros años 90, no solo padecíamos una gran pobreza tecnológica, sino que además estábamos muy desconectados del resto del mundo.
No obstante, las primeras piezas artísticas de este género surgieron en los primeros años 2000, con “El bueno y el malo”, de Rewell Altunaga, y “Juega y aprende”, de Rodolfo Peraza, pero debieron esperar mucho tiempo para ser reconocidos como pioneros y formar parte de algunos proyectos curatoriales e investigativos.
Para LESS resulta evidente que, si bien los cubanos no estuvimos entre los primeros realizadores de Game-Art, tampoco somos de los últimos. Aquí, como en otros lugares, este género se vale o de modificaciones a juegos ya existentes, o parte de cero creando nuevo juegos, pero siempre con una intención artística por encima de todo.
E incluso con cierto sesgo desde un punto de vista social y político, porque estos artistas del mundo virtual saben perfectamente cuál es el mundo real sobre el que ponen sus pies. Lo cierto es que para otros creadores alternativos es incierto el futuro, y “Just in time (to play)” nos llega justo a tiempo, sí, pero también llegan días en que el juego se pone demasiado serio.