LA HABANA, Cuba. – En el mundo de las Finanzas, el Producto Interno Bruto (PIB) es el valor monetario de los bienes y servicios finales producidos por una economía en un período determinado. Se calcula a partir de una serie de parámetros que miden el desarrollo de un país y su consecuente impacto en el bienestar social.
En el caso específico de Cuba, no hay indicadores más precisos de la involución nacional que la podredumbre reinante y cierto reguetón de tendencia criminal, cuyas recientes producciones ensalzan los peores instintos del ser humano, al tiempo que ilustran cuánto se ha retrocedido en términos de educación, decencia y cultura.
Luego de tanta permisibilidad hacia el enemigo público número uno, los ministriles de la política cultural intentan anularlo con críticas furibundas y un peligroso Decreto que atenta contra la totalidad de la creación artística producida dentro de la Isla. En las actuales condiciones, sin embargo, cualquier recurso parece epidérmico frente a la hondura y el alcance de un problema biopsicosocial que los censores siguen sin comprender.
Para hacerse una idea de la repercusión que ha tenido la modalidad más denigrante del reguetón, la obra “PIB” del grupo de teatro “El Ciervo Encantado” ofrece una transgresora aproximación a la espiral de violencia y obscenidad que desde hace años viene deglutiendo a la sociedad cubana.
Sobre un paisaje audiovisual que refleja la contaminación del entorno, una criatura rastrera, especie de guajacón antropomorfo, escupe versos de reguetón; desde “El palón divino” y “La totica delincuente”, hasta “El corral”, el más reciente “hit” de Chocolate.
La actuación de Yindra Regüeifero supera los más pródigos calificativos, como ha sucedido en otras ocasiones con Mariela Brito, Musa fundacional de “El Ciervo”. La ruda metamorfosis que la joven debió asumir para entregar al público una hora de “shock”, define su carácter como actriz. Manifestar desde el propio cuerpo la pérdida de la humanidad y la regresión al salvajismo; convertirse en esa alimaña repulsiva que emerge de tanta hediondez ambiental extendida a la naturaleza misma del hombre, puede contarse entre las memorables interpretaciones del teatro cubano reciente.
“PIB” es una pieza al mejor estilo de “El Ciervo Encantado”, irreverente y crítica acerca de la entronización de antivalores dentro del marco local, nacional y global. Un teatro que se echaba de menos, pues si bien cada estreno que propone la compañía merece ser visto, hay obras como “Visiones de Cubanosofía”, “Rapsodia para el mulo”, “Triunfadela”, que calan más profundamente en los espectadores. Obras que ponen a prueba la resistencia del público, que remueven duramente la conciencia y la vergüenza; obras que no dejan dormir.
En tal sentido “PIB” no es solo un performance en escena; es una alerta, un esbozo de la sociedad en que nos hemos convertido, doblegada al punto de aceptar la grosería como norma cotidiana. Ese reguetón “hardcore” que hace apenas una década se mantenía circunscrito al ámbito “underground”, hoy figura en el consumo cultural -por voluntad o imposición- de un pueblo abandonado a la decadencia y al suicidio ético y moral.
Con la misma indiferencia que pasan junto a un basurero pestilente aguantando la respiración, los cubanos se desentienden de la invasión del espacio público por (des) composiciones que estimulan “la crueldad, la irracionalidad, el lenguaje abusivo, el subproducto alimenticio-mental-cultural, la compulsión destructiva, la avaricia, la apatía, el perreo estructural”. Son torturas que el maltrecho umbral de la tolerancia ha vuelto soportables; pero el vertedero crece, contaminándolo todo, mientras la procacidad de la música -si tal puede llamársele al engendro- se apodera del imaginario de una porción cada vez más numerosa de individuos.
La mejor metáfora para ilustrar tan lamentable circunstancia es la proyección audiovisual que cierra la obra: un torrente incontenible de deshechos que desciende desde el techo de la sala, se desliza por las paredes y dirige su caudal aterrador hacia el público, cubriéndolo mientras la alimaña regresa a su cloaca. Tal es el Producto Interno Bruto de Cuba, indicador del “bienestar” de una sociedad paralizada, con la mierda al cuello y escaso margen para revertir la situación.
“PIB” se mantendrá en cartelera cada viernes, sábado y domingo hasta el 28 de enero, en los horarios habituales de la compañía.