WEST PALM BEACH, Estados Unidos. – Finalmente ha saltado la liebre. El reportaje recién divulgado en el espacio estelar del noticiero de la televisión cubana sobre la captura e instrucción del caso de los supuestos miembros del fantasmagórico grupo “Clandestinos”, tiende a sellar el destino de lo que hasta el momento tiene más visos de una creación urdida en las oficinas de la Seguridad del Estado que de una verdadera “rebelión” en la granja de los Castro.
Haciendo gala de la habitual manipulación mediática a la que el régimen nos tiene tan acostumbrados –y que, no obstante, nos sigue sorprendiendo por su rampante chapucería– esta vez han presentado a un grupo de presuntos delincuentes que confiesan su participación en las pintadas a los bustos de José Martí y a otros “símbolos de la revolución”, que según afirman las propias autoridades sin ofrecer imágenes de ello, se estuvieron produciendo en las primeras semanas de este año.
De paso, los susodichos encartados ofrecen “testimonios” sobre su financiamiento desde Miami por parte de la tan llevada y traída “mafia anticubana”, vinculada también con otros contrarrevolucionarios a ambos lados del Estrecho de la Florida. Nada nuevo en el guion oficial.
Dejando de lado lo poco confiable y lo nulamente probatorio del reportaje televisivo, vale resaltar lo repetitivo del esquema urdido por la policía política. No solo se da por demostrado un complot organizado y financiado desde EE UU y llevado a efecto por mercenarios apátridas dentro de la Isla; no solo se reitera el esquema de disidente (igual a) delincuente con el que se han dedicado a demonizar a todos los sectores críticos al sistema al interior de Cuba –que esta vez trae el componente adicional de tenencia y consumo de drogas–, sino que aprovechan la ocasión de ampliar el diapasón e incluir en la saga a sectores del arte y del periodismo independientes, y de paso suben el tono de la amenaza hasta ciertas insinuaciones, no muy veladas, de aplicar la pena de muerte ante tamaños “delitos” que afrentan a la Patria.
Llama poderosamente la atención que en medio de la crisis económica cada vez más acentuada, ante la creciente incertidumbre sobre el futuro que aguarda a los cubanos y con un horizonte permanentemente sombrío sin señales de una salida viable, en apenas cuestión de días haya “surgido” y haya sido “derrotado” por un cuerpo policial que se asume a sí mismo como uno de los cinco mejores del mundo, un pretendido grupo libertador que tuvo una efímera pero meteórica vida en las redes solo para agitar las esperanzas de los más ingenuos y servir de comodín al régimen para justificar cualquier acción represiva contra la oposición y contra cualquier manifestación de disidencia o cuestionamiento al poder dictatorial. Todo muy sospechosamente oportuno.
Pero, aunque machacón, el mensaje de este reportaje televisivo no resulta inocuo: apunta directamente a que toda manifestación en contra de los designios de la clase del Poder será severamente castigado, sin descartar la pena máxima de muerte por fusilamiento. Y en ese amplio espectro “delictivo” que se ha montado el régimen se incluyen desde una pintada que convoque el legítimo derecho ciudadano a votar contra una Constitución espuria, pasando por manchar un busto martiano o una valla publicitaria de la ideología oficialista, hasta oponerse pacíficamente a la aplicación de una disposición gubernamental, como es el caso del Decreto 349 que prohíbe las manifestaciones del arte independiente –léase, no servil al poder político. Absolutamente todos los inconformes y librepensadores somos susceptibles de caer en el tenebroso saco de los mercenarios traidores.
Paradójicamente, es esta turbia escalada mediática del Poder lo que parece arrojar más luz sobre el bulo. Si algo queda demostrado es que “Clandestinos”, lejos de significar una avanzada libertaria, tal como la quisieron ver sus más ardientes defensores, ha resultado ser una baza maliciosamente útil a la dictadura tanto para sofocar los focos de protestas ciudadanas que han comenzado a menudear en diferentes puntos de Cuba como para atajar futuras manifestaciones similares y, de paso, mantener el férreo cerco de aislamiento en torno a la disidencia.
No obstante, el lance podría transmitir colateralmente una información subliminal: tanto desgaste de la “inteligencia” policial y tanto tiempo y recursos destinados a planear el bluf, desacreditar toda manifestación de inconformidad y elevar el acento represivo sugiere que la situación interna en Cuba es mucho más compleja y delicada de lo que vemos o suponemos.
Definitivamente, el momento es crítico pero definitorio, no solo para los que detentan el Poder omnímodo y para toda su cohorte de amanuenses, sicarios y demás matones, sino también para toda la sociedad civil independiente que aspira a las libertades y derechos largamente negados. Ahora ya las cartas están sobre la mesa. En lo que a mí respecta, Clandestinos no pasa de ser el más reciente engaño de la “inteligencia” castrista, aunque la confirmación de mis sospechas no me reporte satisfacción alguna.
Si para algo nos puede servir este lamentable episodio es para dejar de creer en espejismos enmascarados y poner a un lado nuestras diferencias. Porque está claro que vienen a por todos, opositores, periodistas y artistas independientes, activistas de las redes y hasta protestones de esquina, es decir, todos aquellos que desafiamos los desmanes del régimen o ejercemos libertades ciudadanas sin pedir permiso y con el rostro al aire.
Si de algo me han convencido los medios castristas con este reportaje de TV es de que Clandestinos es su Frankestein: una invención de los “tanques pensantes” de la SE destinada a cazar incautos, profundizar las divisiones que debilitan a la sociedad civil, crear falsas expectativas para provocar el desencanto y desestimular las aspiraciones de cambios de los cubanos, hacer creer que toda resistencia sobre la dictadura es imposible (incluso aquella que se enmarcara y se oculta), y crear una matriz de opinión negativa en torno a cualquier manifestación de enfrentamiento al régimen.
Pero sucede que no solo de la dictadura y su tenebroso aparato represor depende el éxito o el fracaso de este torpe lance. En última instancia también depende de nosotros, los opositores, disidentes, periodistas y artistas independientes y librepensadores de todas las tendencias no dejarnos tentar con fantasmales creaciones y mantener nuestros reclamos. Que invoque el Poder a sus espectros. ¡Y allá ellos con el pasado que les espera!
(Miriam Celaya, residente en Cuba, se encuentra de visita en Estados Unidos)
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