LA HABANA, Cuba.- Con la autorización de la compra-venta de casas algunas personas radicadas en el exterior han decidido comprar una vivienda en Cuba, aunque para ello deben valerse de una tercera persona con domicilio en el país, que será el dueño legal, porque esta nueva ley no permite a residentes en el extranjero (aunque sean cubanos) adquirir propiedades en la Isla. Con esta “libertad” del negocio inmobiliario muchas jineteras han logrado asegurar su porvenir al adquirir una vivienda pagada por algún extranjero, muchos han vendido para tener algún dinero con qué empezar de cero en otro país, y no pocos emigrados han mejorado las condiciones de vida de sus familiares en Cuba.
El valor de una vivienda también depende de la provincia en que esté ubicada, por lo que es en la capital donde los precios son mucho más elevados, y dentro de esta, varían según el municipio. Muchos opinan que El Vedado es el lugar ideal, aunque para mudarse allí hay que tener los bolsillos bien llenos, además de tiempo y paciencia suficientes, porque en este caso se aplica aquello de que no todo lo que brilla es oro.
Un joven amigo que busca casa en El Vedado (no quiere revelar su nombre) me comenta lo difícil que es encontrar una buena casa independiente: “He visto muchas. Por fuera son una cosa, pero cuando entras es desconcertante: se nota el hacinamiento en que viven sus moradores, han hecho cambios estructurales que nada tienen que ver con la arquitectura original, abundan las viviendas divididas que comparten la entrada, el portal, la cisterna, la escalera de servicio a la azotea y hasta la pared divisoria, las he visto casi inhabitables, a un paso del apuntalamiento o el derrumbe, y aun así la gente te pide un cuarto o medio millón de fulas sin que les tiemble la voz”.
El Vedado comenzó a poblarse a fines del siglo XIX por personas de clase acomodada e incluso algunos jefes mambises que utilizaron su paga para construirse una vivienda. Ya para la década del 50 había alcanzado su máximo esplendor con sus impecables calles y avenidas pobladas de árboles, bellas casas con portales y jardines bien cuidados, y su elegante arquitectura que aún en nuestros días, a pesar del abandono y la desidia, asombra al visitante.
Pero aunque no ha perdido toda su elegancia, desde hace años El Vedado no mantiene el esplendor de épocas pasadas. No es raro ver fachadas descuidadas, y, como a otros barrios de la capital, los apuntalamientos lo han alcanzado por la falta de mantenimiento. En calles y avenidas han disminuido los árboles que nos protegían del sol y el calor. Al recorrerlo, vemos algunas vías y aceras rotas, basura desbordada en contenedores, además, las noches son más claras sólo en las avenidas principales.
Con la llegada al poder de Fidel Castro, muchos cubanos de clase media residentes en El Vedado se vieron obligados a abandonar el país. Sus bienes fueron confiscados y también sus bellas casas, que el nuevo gobierno comunista repartió entre militares, funcionarios, y también como premio a los que les sirvieron de instrumento para hacerse con el poder. Fue así como esta nueva clase dominante se apoderó de uno de los barrios más elegantes de La Habana y aún a más de medio siglo sigue sacando provecho a las propiedades de los cubanos despojados, ya sea habitándolas, alquilándoselas a extranjeros, o bien vendiéndolas por sumas exorbitantes.
El Vedado se ha convertido pues, en un jugoso negocio para quienes no han tenido reparo en chupar de la teta del poder.