LA HABANA, Cuba.- El cubano de a pie experimenta una indiferencia total cada vez que las autoridades de la isla anuncian un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), es decir, de los bienes y servicios creados por la economía en el lapso de un año. Ello es así debido a que el incremento de ese indicador no se refleja en más comida en la mesa de las personas, ni medios de transporte público que satisfagan la demanda, ni en viviendas para los núcleos familiares que llevan años albergados, ni tampoco en más recursos financieros para que el país pueda importar todos los bienes que necesitan los consumidores.
Por otra parte, no son pocas las ocasiones en que cuesta trabajo creer realmente en los susodichos crecimientos. Ahora mismo, en los debates de la comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez acaba de anunciar que en el actual 2018 el PIB cubano creció en un 1%. Ello a pesar de que se reconocen incumplimientos en sectores tan importantes como la agricultura, la producción azucarera, las inversiones, las construcciones, la actividad minera, la transportación de cargas, la circulación mercantil minorista, así como en los ingresos que reporta el turismo. Algunos organismos internacionales, incluso, han puesto en tela de juicio la metodología cubana para el cálculo del PIB.
Mas, aun si tomáramos como ciertos los datos anunciados por los gobernantes cubanos, hay ciertos elementos que ameritan ser analizados. Uno de ellos sería la composición por sectores del Producto Interno Bruto.
Según información aportada por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), el PIB cubano se compone mayoritariamente de servicios, en detrimento de los sectores productivos. Por ejemplo, en los últimos años la agricultura, la ganadería y la silvicultura juntas aportan entre el 1 y el 3% del PIB; la pesca el 0,1%; la minería el 0,6%; la industria azucarera el 0,4%; y la industria manufacturera entre el 11 y el 12% del PIB. En cambio, los servicios (cultura, deportes, educación, salud pública, transporte, comunicaciones, comunales, administración pública y otros) alcanzan más del 80% del PIB.
Es decir, que sectores clave para garantizar la alimentación del pueblo, como la agricultura, la ganadería y la pesca; así como otros que deberían aportar por exportaciones los recursos financieros que precisa el país, como el azúcar, la minería y determinadas manufacturas, se hallan rezagados.
A lo anterior hay que agregar un detalle que trascendió también durante la referida sesión de las comisiones permanentes de la Asamblea Nacional. Se trata de que el 25% del PIB al cierre del 2018 está compuesto por inventarios.
Es muy probable que buena parte de ese porcentaje sean mercancías terminadas, que duermen el sueño eterno en los almacenes al no encontrar compradores o constituir una muestra de la mala gestión de ventas, y por tanto no reportan recursos financieros al país.
Entonces, y de momento, podríamos destacar dos factores que contribuirían a que un hipotético crecimiento del PIB se reflejara en una mejoría -aunque leve, por supuesto- de las condiciones de vida del cubano de a pie. Por un lado, prestar mayor atención a los sectores productivos de la economía. Por otra parte, ser más ágil en la gestión de ventas, y sobre todo no vivir de espaldas a las indicaciones del mercado.