LA HABANA, Cuba.- Se sabe que en el corazón de Raúl, siempre estuvo presente la bandera de la hoz y el martillo. Nunca permitió que en su presencia se hablara mal de Joseph Stalin pese sus tan conocidos millones de crímenes.
En el corazón de Fidel ocurrían otras cosas. En una ocasión, mientras que divorciado de la URSS dijera que “por necesidad tuvimos que cargar con toneladas de chatarra producida por los soviéticos”, en el MINFAR, la institución más soviética de Cuba, los militares rusos y la autocracia verde olivo gozaron de una buena amistad entre besos y copas de vodka.
Pero, ¿Fidel o Raúl, bien informados como siempre, le dijeron alguna vez a las masas cubanas que en pleno año 1964 el nivel de vida de la URSS era tan bajo, que Nikita Kruschev, en un discurso en el Soviet Supremo, “prometió mejorarlo tomando medidas para recortar la semana laboral, elevar el salario, otorgar pensiones a los campesinos, mejorar la calidad de los artículos de consumo y dar auge a los incentivos materiales”?
En medio de ese escenario de pobreza y por iniciativa de Kruschev, el Kremlin dispuso de la descomunal cifra de treinta y un mil millones de dólares para mantener a flote la llamada Revolución Cubana, iniciada por un grupo de ex guerrilleros de la Sierra Maestra, dirigidos por Fidel y Raúl. Incluso siempre estuvo presente el empeño del más pequeño en convertir a Cuba en una base militar durante el curso de la Guerra Fría contra Estados Unidos y sobre todo en renovar el armamento militar, hubiera o no amenaza de guerra.
Lo que ocurrió con la descomunal cifra, aún está por conocerse. Se sabe que Cuba, como ocurre hoy, no producía, que no hubo manera alguna de recuperar el gran capital prestado, para pagarlo en su debido tiempo.
Por algo llamaron a Cuba “el hijo bobo de los soviéticos”.
En pocas palabras: Es posible que de los dos hermanos, el más culpable en dilapidar los recursos del pueblo soviético fuera el dictador No. 2, aún en el poder, cuando en los últimos años del desplome, Moscú ayudó más al castrismo, proporcionándole una asistencia militar más costosa.
¿En ese sentido nos habrán perdonado los pueblos exsoviéticos, habrán aceptado de buen grado que en 2014 Putin decidiera condonar la deuda en un noventa por ciento? ¿Cuánto en realidad Cuba les sigue debiendo a los hijos de Lenin, Stalin y Kruschev? En la Constitución de 1976 se le juró “fidelidad eterna”. Así hasta 1992, ya desintegrado el imperialismo ruso.
A Raúl, que le sigue gustando esa canción de “lo eterno”, de aquella endemoniada historia, el 31 de julio de 2007, al año de cumplirse un año al frente de la dictadura, repitió que “la revolución cubana será eterna”. En ese mismo discurso advirtió al pueblo que la Revolución no había podido superar aún el Período Especial, desatado tras el derrumbe total de los países socialistas.
O sea, que hasta el día de hoy y pese a su nuevo modelo económico, puesto en vigor en sus diez años de dictadura, los campos se llenaron de marabú, la infraestructura de ciudades y pueblos está peor, no hay industria pesquera, ni ganadería, ni azucarera, ni café, etc., etc.
Encima de todo eso, pesa sobre las cabezas del empobrecido pueblo cubano una deuda que demuestra a las claras el desastre económico que ha causado el régimen de los hermanísimos Castros y su ineficaz unipartido comunista.
Recordemos el libro La CIA contra la URSS, por Nikolai Yákovlev, editado en millones de ejemplares a partir de 1983, uno de los textos principales de estudio de la Escuela Ñico López, del Partido Comunista de Cuba, donde toda la responsabilidad de la caída soviética se debe al trabajo de la CIA, sin tener en cuenta que desde 1947, destacados historiadores de gran prestigio, tanto soviéticos como norteamericanos, pronosticaban dicha desintegración.
Por último, vienen a mi mente las palabras de aquel amigo que me preguntó con mucha seriedad, si Fidel y Raúl no serían agentes de la CIA, no sólo por lograr una convincente propaganda contra el comunismo durante décadas a través de su Revolución, sino sobre todo, por contribuir a la ruina del imperialismo ruso.