LA HABANA, Cuba. – Entre 40.000 y 100.000 pesos cubanos —el equivalente a unos 120 y 280 dólares en el mercado informal, respectivamente— les cuesta una mesa en la zona VIP a los que quieran estar bien cerca del cantante de música urbana del momento.
Así lo han anunciado los dueños del restaurante Chiringuito Pizza’s, en Nuevitas, y contra la publicación han salido unos cuantos “indignados” tanto por los “altos precios” como por la fama del cantante de música urbana Oniel Ernesto Columbié Campos, Bebeshito, que ya anduviera antes por La Cecilia, en La Habana, y por el anfiteatro de Varadero, superando el aforo completo de ambas instalaciones a pesar de que se cobraron precios más elevados que en Camagüey.
![Así anunció Chiringuito Pizzas's el concierto de Bebeshito en Nuevitas](https://cubanet.1eye.us/wp-content/uploads/2024/07/bebeshito-chiringuito-pizza-nuevitas-cuba-682x1024.jpg)
Incluso del reciente concierto en La Cecilia, en Miramar, se dice que hubo espectadores que llegaron a pagar hasta 500 dólares “por la izquierda” a los porteros; y sobre el de Varadero se sabe por publicaciones en redes sociales que, desde el propio centro de Matanzas y Cárdenas, taxistas, choferes de guaguas y camioneros cobraron entre 1.000 y 5.000 pesos por asiento (y aun así se fueron “repletos” para el concierto).
Desde La Habana conozco personalmente a algunos fans de Bebeshito que pagaron entre 30.000 y 60.000 pesos solo por la transportación hacia el famoso balneario cubano, y por supuesto que no estoy hablando de gente que vive de un salario o una pensión —ninguno, por “alto” que sea, alcanzaría siquiera para comprar en 3.000 pesos la entrada simple, que es lo que cuesta— sino de esos “nuevos ricos” de Cuba que, al parecer, son ya suficientes no como para llenar un estadio pero sí para colmar las zonas VIP de esos lugares de Cuba donde, con mucho dinero y “sin miedo ni al éxito” ni a la inflación, cada cual “crea su felicidad” y disfruta del “verano a su manera”, tal como por estos días de miseria profunda animan a hacerlo los voceros del Partido Comunista y la Unión de Jóvenes Comunistas.
Y como si apenas ayer se enteraran del precio de una entrada a un concierto de cualquier cantante de moda (pretendiendo ignorar que ha sido así desde mucho antes de aquel controversial festival de música de Cayo Santa María, del año pasado, promocionado por GAESA a través de su grupo Gaviota) han salido algunos “revolucionarios” escandalizados con el Bebeshito no solo como si este fuese el primer artista en cobrar miles por un espectáculo, sino como si su fama y popularidad indiscutibles pusieran en riesgo la “cultura nacional” y la “estabilidad del sistema” (al parecer demasiado frágiles como para sucumbir a un simple concierto).
Sin dudas hay mucho de pretexto malintencionado tras esas reacciones demasiado sospechosas en su procedencia como feroces contra un músico que solo saca partido económico a su fama tal como lo hubiera hecho cualquier otro.
Lo que realmente les preocupa a los “escandalizados”, más allá de precios altos y “nuevos ricos” (que todos, absolutamente TODOS, sabemos quiénes son y de cuáles familias a las sombras del poder provienen), sin dudas es la espontaneidad de una popularidad legítima, de un éxito apabullante, que ha sido construido con mucho esfuerzo y recursos propios a pesar de obstáculos, censuras, prohibiciones, regulaciones y un largo etcétera emanados de esas “instituciones” del régimen, todas invadidas por la mediocridad, el oportunismo y la envidia, en vano disimuladas bajo el pretexto de unas “jerarquías culturales” que bien sabemos son totalmente políticas y sumisas frente al poder.
¿Ciertamente les importa el precio de un concierto y la “vulgaridad” de Bebeshito cuando estos no son causa sino apenas los reflejos de esa sociedad vulgar e injustificadamente cara y empobrecida en la cual sobrevivimos no desde ayer ni desde la pandemia sino desde hace décadas? ¿En verdad les causa asombro que haya personas en Cuba con suficiente moneda nacional para gastarla en un concierto y al mismo tiempo no se pregunten si son los mismos que pagan cientos de miles de dólares para importar un auto lujoso desde Estados Unidos?
Y posiblemente sean los mismos que pagaron miles de MLC por viajar y hospedarse en Cayo Santa María, y probablemente sean los mismos funcionarios, cuadros y dirigentes, o hijos de estos, a los que se sabe que el régimen pagó sus entradas (y hasta el transporte y alojamiento) a ese festival ya por “estímulo”, ya por si acaso la cosa se ponía fea y era necesaria otra “orden de combate”.
¿Y si el concierto de Bebeshito en vez de realizarse en Chiringuito Pizza’s lo hubieran convocado en las áreas exteriores de la mipyme de la hija de Mariela Castro o en cualquiera de los centros nocturnos atribuidos a alguno de sus primos? ¿Y si mañana descubriéramos que el tipo de Nuevitas es “uno de ellos” con licencia para “pasar inadvertido”, para ser inmune a la Contraloría General, o que donará lo recaudado a quién sabe cuál hospital de la provincia aunque después se pierda el rastro del dinero?
Callarían y hasta se coserían la boca así como lo hacen al enterarse, por ejemplo, de que las peleas de gallos son castigadas por la ley con excepción de aquellas que se hacen con “permiso oficial” en las fincas de Alcona, donde igual los “nuevos ricos”, muchos de ellos descendientes de los “viejos ricos”, han gastado durante años millones de pesos en apuestas (y nadie los cuestiona, a pesar de que son los mismos que llenan la zona VIP donde canta Bebeshito).
Así de hipócritas son las reacciones de quienes dicen estar “preocupados” por el destino de una “Revolución” que solo los hipócritas que viven de ella no han visto extinguirse, aniquilarse a sí misma en manos de quienes prometieron “salvarla”. Así de hipócritas como de malintencionadas y muy temerosas. Sobre todo lo último porque en realidad no temen tanto a los “nuevos ricos” ni a la vulgaridad de un cantante (no un régimen que es paradigma de la vulgaridad) como a la espontaneidad.
El régimen es enemigo de todo lo espontáneo, de aquello que no controla y que intuye no podrá controlar, dígase, por ejemplo, el mercado cambiario de divisas (donde al parecer ha puesto a los suyos a hacer campañas tontas) o el fanatismo de una multitud por su artista de moda. Así que, celoso de la fama ajena (y del poder real que esta pudiera contener), les suelta sus perros para al menos consolarse con los ladridos.
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