La leona de bolsillo del tatami

Legna Verdecia fue la líder durante cerca de una década. Iba sobrada de carácter y respetabilidad, pero muy en especial de resultados.
Legna Verdecia, Cuba, judo, olímpicos
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LA HABANA, Cuba.- En 1998, Legna Verdecia se planta en la final del World Master de Alemania contra la local Raffaella Imbriani. Acciones van, acciones vienen, y en una de esas la cubana sufre una severa luxación en el pulgar de la mano izquierda.

Pillo, el árbitro no permite que el médico suba a examinarla, pero Legna es una mala perdedora y decide ignorar la alarmante inflamación que hay en su dedo. En vez de resignarse, posa los ojos en Ronaldo Veitía (gordo, padre y entrenador, todo en una pieza) y lo escucha gritarle “palante, que tú eres la mejor”. El combate termina con el triunfo de la diminuta holguinera nacida en Manzanillo, Granma.

Solo Dios sabe cómo pudo acomodar tanta garra y aplomo en apenas metro y medio de estatura. Con el judogi puesto, Legna daba la sensación de ser una niña disfrazada de judoca para alguna actividad extraescolar. Sin embargo, nada más que se oía la palabra mágica —ese ‘hajime’ que da inicio a las guerras del tatami—, la pequeña empezaba a agigantarse como un globo de carne, huesos y energía. Sobre todo de esto último.

El judo es un deporte individual, de ahí que cuando se habla de grandes equipos femeninos cubanos la mayoría se limita a mencionar a las Morenas del Caribe o, en todo caso, a la escuadra de baloncesto que encabezó Leonor Borrell. Pero ojo, que el grupo de Veitía era de espanto y también se lució en eventos colectivos…

Deshojemos la imaginaria margarita. Estaba la incomparable Driulis, pero también Amarilis, Estela, Daima, Revé, Diadenis, Yurisel, Sibelis, Lupetey… Todas ellas medallistas a nivel olímpico y mundial. Y en la constelación, justo en el medio por su jerarquía de capitana, Legna.

Sí, la muchacha que no alzaba tres cuartas del suelo fue la líder durante cerca de una década. Iba sobrada de carácter y respetabilidad, pero muy en especial de resultados. Su vitrina no dejará que mienta: oro y bronce en contiendas estivales, titular planetaria de la categoría juvenil, campeona y subcampeona (con tres terceros puestos) en lides orbitales de mayores…

Dos veces ganadora de la Copa Fukuoka y otras cuatro del Villa de París, salió en ventaja en cada dual meet que dirimió: digamos, firmó cuatro victorias en seis duelos contra la fogosa argentina Carolina Mariani, terminó 5-1 versus la estelarísima española Almudena Muñoz y 4-3 ante la japonesa Noriko Narazaki, a quien batió en la finalísima de Sydney’00.

Decir Legna Verdecia es hacer el elogio de la combatividad. La última vez que supe de ella andaba de entrenadora por España (nada raro), y se veía feliz en alguna que otra foto familiar. Sin embargo, no hay manera de que ninguna imagen suya reemplace la de aquella chiquilla que, al ver cómo el árbitro decretaba el ippon en el tatami olímpico australiano, se agarró la cabeza, dio una vuelta de carnero y comenzó a dar saltos de loca.

Al fondo de la escena, entre autoritario y orgulloso, un gordo alzaba el brazo.

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