SAN LUIS POTOSÍ, México.- El caso de María Santiesteban Portuondo se difundió rápidamente en las redes sociales luego de que, en 2023, denunciara en un testimonio la censura y el hostigamiento de las instituciones del Estado cubano durante sus años de juventud, cuando fue expulsada de sus estudios de Medicina debido a lo que describieron como una “actitud apática”.
Su historia de vida y la precaria situación de su vivienda se viralizaron en los medios, pues la anciana vive en una casa sencilla que sufrió un derrumbe parcial del techo en septiembre de 1984 y desde entonces el deterioro del inmueble ha ido acumulándose.
Al conocerse sus condiciones, el humorista y filántropo Limay Blanco le donó unos 1.087 dólares para comenzar a reparar su casa y otras personas e instituciones colaboraron con su causa; sin embargo, el inicio de los trabajos no ha sido cosa fácil.
Según contó la anciana de 76 años, entregó 1.500 dólares a una Mipyme para comprar materiales y no se los han entregado. Además, una comitiva se apareció en su casa con amenazarla con detener la obra por sus publicaciones contestatarias en redes sociales.
Al respecto, CubaNet conversó con María.
―¿Cómo María ha logrado empezar a arreglar su casa?
―Bueno, ya con anticipación todos conocen de la existencia de una comunidad internacional que tuvo la generosidad de que tan pronto conoció mi situación me ayudaron. Durante años, a pesar de haber nacido aquí y haber sido respetada y considerada como una persona, me han tenido viviendo como un can y aun las mascotas con dueño han vivido mejor que yo.
Pero afortunadamente me encontré con la posibilidad de contar mi historia de vida en las redes sociales a seres humanos que fueron capaces de contribuir y así tuvimos el ejemplo de la recolección de dinero que se fue haciendo en Tampa, aunque llegó de varias partes del mundo.
Hay una señora que se encargó de hacer esta recolección y el dinero fue enviado a Cuba por vías en las que le fue imposible al régimen sustraer valor del dólar.
Con ese dinero, más el que aportó Limay Blanco en moneda nacional; lo que aportó una ONG francesa, que me regaló el refrigerador y la cocina y también después me dio la olla reina; además de la iglesia, que se hizo cargo de mi situación, comencé a salir adelante.
Yo he recordado de manera especial a una persona que ya no existe en este mundo, pero vive para siempre en el corazón de todos los que lo conocimos –y yo presumo de ser una de sus fieles discípulas–, que fue Evaristo Marciano García Hernández, cura carmelita que me enseñó a tomarle el pulso a la vida en el espíritu. Gracias a ese hombre aprendí a confiar, por eso es que me pueden ocurrir multitud de situaciones y siempre voy a estar sonriente y como si nada pasara, porque aprendí a vivir del espíritu y eso me ha ayudado de una manera que no eres capaz de imaginártelo.
Hay dos personas en este mundo actualmente, una fue mi madre, otra fue mi esposo, ya no existen, pero Dios sigue existiendo. Y de los vivos, si en alguien yo tengo que creer, además de creer en Dios, es en Luciano Rivera Pérez, sacerdote carmelita que fue capaz de meter el pecho hasta donde no se pudo más, con un corazón abierto a la generosidad que Dios le ha dado.
Gracias a ese hombre más toda la ayuda que internacionalmente yo he recibido he logrado tener todas las condiciones para tener mi casa en este proceso de construcción.
―María, hasta este punto es bueno dejar claro que los cambios que han ocurrido aquí en tu casa han sido gracias a la solidaridad y gracias a la iglesia, es decir, que el estado cubano nunca se acercó a colaborar. ¿Cómo ha sido tu experiencia en el tema constructivo, tu odisea para lograr tener lo que tenemos hasta este momento?
―Hasta este momento, el cura que nombré se encargó de toda la parte material porque yo le dije que a estas alturas de vida me era muy difícil enfrentar una situación constructiva. Entonces él, que metió el pecho hasta donde no da más, consiguió materiales, los más mínimos detalles. Él lo resolvió todo. Realmente hubo una primera fase donde personas que, aunque no tuvieran la experiencia requerida en el proceso de construcción, iniciaron las labores. Hicieron lo suficiente. A esas personas yo les debo que bien, mal, regular, haya estado el trabajo. Yo les debo que me hayan cambiado la vida, que haya adquirido la condición de un poco más de dignidad.
Actualmente estamos en convenio con una mipyme, de Mercedes Mena. A ella me llevó un inversionista de Palmares llamado Vladimir. En esta situación yo me quedo un poco en suspenso, porque he tenido contratiempos. Se entregaron 1.500 USD en los cuales iban incluidas una serie de cosas que no he podido ver, no las he podido contemplar todavía con mis ojos.
Por esos 1.500 USD han entrado nada más que 16 sacos de polvo de piedra, tres sacos de cemento con piedra, que hubo que cernirlo y se convirtieron en dos sacos. Cuando se acabó ese cemento, le preguntaron al albañil si él podía trabajar con mortero, el albañil dijo que sí porque tiene conocimiento para hacerlo y han llegado hasta el momento 12 sacos de mortero. Pero eso no cubrió 1.500 USD. Esta señora llamada Mercedes me sugiere que va a venir a coordinar conmigo para llevarme al banco para que yo firme y ella traer los 188.265 pesos del subsidio. Yo me sigo preguntando, ¿dónde está mi dinero, el dinero que yo invertí?
―Háblame de la situación del país. ¿Cómo has vivido la situación en estos últimos meses?
―Yo he dicho en otras oportunidades que no tengo problemas, porque tengo varias ayudas de la iglesia, fundamentalmente. La ONG francesa, cuando menos lo esperas, está enviando una factura de una compra que me hizo. Hay otros medios por donde obtengo ayuda en la alimentación. En lo que se refiere al campo sociopolítico, con ironía yo digo que lo primero que he decidido es tener mi “parole” para Zapata y 12 asegurado (en referencia al cementerio de Colón), por si acaso decido irme. Yo me siento feliz, yo sé que el proceso no sirve, no vale para nada, pero yo me siento feliz porque yo soy un ser.
Cuando alguien tiene un problema y yo puedo contribuir, puedo ayudar, puedo dar mi tiempo. Ya las fuerzas físicas no son muchas, pero hay una fuerza interior que me mueve y me permite hacer lo que esté a mi alcance por las personas.
Sociopolíticamente nosotros vamos decreciendo y bueno, terminaremos debajo de la tierra. Ya no solamente porque estamos enterrados, nosotros estamos embarcados.
He estado viendo que el hijo de Manuel Marrero quería irse; si el hijo de Marrero hace eso, qué vamos a hacer nosotros.
―María, ¿qué tienes que decir de los apagones y la situación de la comida?
―La comida es desesperante para la población, la mía está resuelta pero me apena, me apena ver gente comiendo en la basura. Los apagones ya están programados para 24 horas, en el futuro próximo van a ser de 24 horas, no tenemos nada de que quejarnos sino de todo, de todo.
―Tú tienes fe en que esto va a acabar pronto y que nosotros vamos a ver el final de esto.
―Esto no da más. Desafortunadamente nuestro pueblo tiene pánico, cuando tiene pánico hay algo que lo frena, además, aquí nada más que por intentar abrir la boca, te aplican “el 11 de julio” y te guardan.
Te pueden hasta desaparecer, tú sabes que es así y la gente no quiere lanzarse. El destino está en la calle, no hay de otra, yo ya no puedo caminar, pero sé que el destino está en la calle. Pero sí, esto se acaba, si no es de una manera o de otra, se acaba porque ya no se puede más y ya ellos no tienen nada que dar.
―María, tú expusiste cómo sobrevives gracias a la solidaridad. ¿Cómo sobreviven las personas mayores en Cuba?
―Hay una médica retirada que me ha dicho: “María, el viernes casi que no tuve que comer y pasé hambre. El sábado logré comprar unos frijoles y es lo que he puesto en la mesa, arroz y frijoles porque no tengo proteína que poner”.
No les puedes hablar a las personas de ensalada por los altos precios que tienen y es necesario, esos son elementos necesarios para la nutrición. Es un pueblo que va prácticamente a la inanición, a la desnutrición perfecta.
Y los jóvenes y los niños lo están sufriendo, hay muchos desnutridos y bajo peso. Las tallas de uniforme de nuestros niños han disminuido acorde con la edad.
Lo ideal sería que ellos entregaran ya, porque está demostrado que desde el presidente para abajo nadie sirve. Pero quieren estar ahí, “al lado de la teta de la vaca”, a costa del hambre de un pueblo.
―¿Cómo es el país que anhelas cuando esto caiga? ¿Cómo te imaginas el país?
―Pienso que esté yo donde esté aun desde las alturas celestiales, espero ver un país donde las personas vayan recuperando su dignidad, su condición humana, su moneda, una moneda que sirva para poder desarrollarte económicamente en el país.
Sueño con que los niños aprendan a comportarse, que tengan una fuente de educación que, aunque ya los padres no la tienen porque pertenecen a generaciones que fueron degenerando, espero que mejore. Espero más en esa formación de esos niños.
Yo sueño con que un día en el país –aunque va a llevar tiempo, mucho tiempo, para recuperar los principios, los derechos, los elementos de moralidad, pues lleva tiempo recuperarlo– se logren cosas bellas.
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