CDMX, México. – Este mes de septiembre Marions inició su tercer curso en la Escuela Pedagógica “José Marcelino Maceo Grajales”, de Guantánamo, donde se forma como maestro de primaria. Como ha ocurrido en cada curso previo, el adolescente intentó asistir a la escuela con pantalón, el uniforme estipulado para los varones.
Sin embargo, nuevamente recibió la negativa del claustro: no puede usar esa prenda de ninguna manera. Haber nacido con genitales femeninos lo circunscriben a la saya como única opción posible, según las autoridades del centro escolar. Le advirtieron que de no cumplir el reglamente de uniformes podrían expulsarlo de la escuela.
Marions Vargas es un chico transgénero que el próximo mes cumplirá 17 años. Cuando comenzó a construir y visibilizar su identidad masculina, su familia lo apoyó. Tampoco ha sentido abiertamente el rechazo de sus compañeros de aula. Incluso algunos han defendido su derecho a vestir la pieza de ropa con la que se sienta cómodo. En cambio, han sido algunos maestros y directivos de la escuela quienes han empujado al joven a que valore dejar los estudios.
Negarle el ejercicio de su identidad es una manifestación de violencia psicológica y simbólica que sumada a otras que vive como estudiante trans en el ambiente escolar, lo pueden inducir al abandono de los estudios. Esto, por supuesto, afectaría posteriormente su superación y opciones de empleo.
“Estuve tres cursos intentando que me dejen entrar a la escuela como yo me siento bien. Mi deseo es que me permitan vestir como chico. Esto me afecta mucho y no me dan ganas ni de estudiar. Y yo sí quiero estudiar, y trabajar después”, contó Marions a CubaNet.
El adolescente no entiende por qué quienes toman las decisiones en su centro de estudios lo han forzado a que use una prenda que le hace sentir incómodo. O por qué le han repetido que es una mujer y que debe presentarse como tal.
En un video que hizo para circular en redes, contando su experiencia, el joven pregunta si acaso no es más importante su rendimiento académico y disciplina, que seguir un estricto y desactualizado código de uniformes que no tiene en cuenta las individualidades o deseos de quienes deben usarlos.
“Me dicen que soy mujer y que así debo comportarme”, apunta Marions.
Las personas transgéneros son aquellas cuya identidad de género difiere de su sexo biológico. Son hombres trans quienes se identifican con el género masculino pero nacieron con genitales femeninos, como Marions.
Aunque la nueva Constitución, aprobada en 2019, y el posterior Código de las Familias reconocieron ciertos derechos de las personas LGBTIQ, el avance no ha repercutido, que se sepa, en el sistema de educación. Las escuelas cubanas aún exigen el cumplimiento de un reglamento sexista que obvia las identidades. Y esta es apenas una de las manifestaciones de transfobia que ha sufrido Marions.
“Sé que se refieren a mí en reuniones de profesores como si fuese un problema a resolver. También les incomoda verme hablar con alguna chica. Porque imaginan que le estoy bajando muela [conversando con intereses sexuales o sentimentales]”, explica el adolescente.
Marions sabe que si hubiese nacido con genitales masculinos nadie en la escuela se escandalizaría por verlo conversando con una estudiante. A su corta edad entiende que lo que genera el conflicto no es que hable con una chica, sino que exprese su identidad, es decir, que sea quien es. A él no se le permiten comportamientos típicos de cualquier muchacho de su edad. De hecho, las autoridades de su escuela le han hecho cargar con una responsabilidad injusta: mantenerse alejado de otros porque puede ser “peligroso”.
“Me dejo de llevar con la gente para que no piensen mal o los regañen por relacionarse conmigo. He decidido que mejor no le hablo a nadie para que no les vayan a decir cosas por mi culpa”.
Actualmente, el chico cuenta que solo tiene tres amigos en su escuela y que evita entablar diálogos con los demás.
En comparación con las personas trans femeninas, que han tenido más visibilidad y representación en diferentes áreas como el periodismo, la televisión o el cine, los hombres trans apenas existen en el discurso de los medios. De hecho, son una de las identidades disidentes más invisibilizadas. Y esta omisión recrudece los prejuicios y dificulta que puedan insertarse en una sociedad que se resiste a sumarles e incluso a reconocer que existen.
“Mi profesora guía sí me apoya mucho y ha intentado que me traten como varón, pero el resto no lo ve así, y ni siquiera es porque sean personas mayores. Hay muchos profesores jóvenes que no lo entienden”.
Los directivos han escudado sus propios prejuicios en un supuesto interés por el bienestar de la mayoría los estudiantes. Para ellos ―le han dicho a Marions―, que se comporte como varón es “raro” y solo confundirá al resto.
En busca de ayuda, el adolescente acudió a la Red Trans Masculina de Cuba, asociada al Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX). Este grupo lo ha acompañado y ha contribuido a difundir su caso. De hecho, la Red envió un correo al Servicio de Orientación Jurídica del CENESEX planteando el acoso a Marions y solicitando su intervención.
El pasado 11 de septiembre, las autoridades escolares le dijeron a Marions que podía acudir al centro con pantalón. El chico tiene entendido que este cambio repentino fue por la intervención del CENESEX.
Por desgracia, las demás manifestaciones de discriminación hacia él quizá no sean tan sencillas de erradicar porque involucran reconstruir cultura y valores, y no solo acatar una orden proveniente de La Habana. Pero, por el momento, Marions está feliz. Después de tres años exigiendo que se le permitiera usar pantalón, ahora podrá mirarse a gusto en el espejo.