SANTA CLARA, Cuba. – Va cayendo la tarde y Susi espera sentada en el quicio de la puerta de su casa en la calle Independencia a que termine el apagón programado. Haya corriente eléctrica o no ese es uno de sus sitios habituales, donde prefiere fumar y pasar el tiempo junto a su perro Niño, que le ladra a cuanta gente pasa y la saluda.
Susi es popular en Santa Clara, por amigable, por servicial y por ser una de las primeras mujeres trans que debutó como transformista en el escenario de El Mejunje, representando a divas temperamentales. En su caso, siempre ha encarnado a la española Lola Flores, un personaje con el que se identifica y que le ha valido algunos premios y reconocimientos en festivales locales como Miss Travesti, un evento competitivo en el que se premia a las mejores interpretaciones.
Sin embargo, Susi no vive actualmente de la interpretación ni recibe remuneración alguna por representar a Lola. Estudió la carrera de Enfermería en los años 80, pero apenas la ejerció. Hasta hace poco tiempo se le veía recorrer desde bien temprano las calles más céntricas con una pesada carretilla y el escobillón de Servicios Comunales. Ser barrendera fue su trabajo por casi dos décadas. Ahora, a sus 65 años, ha llegado finalmente a la edad de jubilación.
De Susi a La Faraona
Susi nació en 1959, después de dos hermanas. “En mi casa eran personas muy decentes y nunca me discriminaron ni me repudiaron. Empecé a vestirme como una mujer cuando mis papás fallecieron. En esa época no se veía tanto, pero yo me atreví”, rememora.
Aunque la mayoría la conoce como Susi ―nombre que le dio un amigo― también hay quienes la reconocen como Lola o La Faraona, por el propio personaje que ha representado en los espectáculos de El Mejunje.
Con cualquiera de esos nombres, Susi cautivó al mundo por su estilo único y apasionado de bailar flamenco. Pero justo cuando el símbolo español que todavía es Lola Flores recogía sus más grandes glorias, en Cuba las personas trans enfrentaban no solo el rechazo de la propia sociedad, sino también el de las fuerzas del orden que las acosaban por ser, supuestamente, elementos con “desviaciones” incompatibles con el sistema.
Susi también sufrió la discriminación y la intolerancia transfóbica propia de la época. Aunque llevaba el pelo largo, argollas y pulseras, se limitó de salir a las calles con prendas demasiado llamativas para evitar agresiones, cuenta ahora.
“Pasé mucho, un día fui a la Escuela de Economía a solicitar un curso, porque siempre me han gustado las matemáticas. No me aceptaron, solamente por ser así, quizá por mi forma de hablar, porque yo vestía de pantalón, camisa y zapatos ese día. Aunque en estos tiempos hay menos homofobia pienso que siempre va a existir, como el mismo racismo, por ejemplo”, lamenta.
A finales de los 80, la Lola Flores española se alejó de los grandes escenarios debido al cáncer de mama que padecía y que finalmente provocó su muerte en 1995. De este lado del mundo, otra Faraona emergía en la escena de El Mejunje, en ese entonces un patio en ruinas aún sin apoyo gubernamental.
“Me reuní con unas amistades y nos embullamos a transformarnos. Cada cual se repartió su papel. El mío fue siempre Lola, porque me apasiona el flamenco y todo lo que tenga que ver con abanicos, castañuelas, peinetas… Cuando aquello no tenía zapatos, no tenía nada para imitarla”, recuerda.
Susi se hizo de una sábana blanca a la que le pintó unos lunares: ese fue su primer vestido. Le regalaron una mantilla y una peineta y de la basura recogió unos zapatos que eran tres números menores que los que necesitaba. “A la fuerza me los puse, pero no me importó, yo tenía que salir. Se me entumecieron los pies, ni me los sentía, pero salí a la pista y bailé…”.
La noche de su debut en El Mejunje el recibimiento del público a la Lola Flores de Santa Clara fue avasallante. La presentación le valió el primer premio a la Mejor Imitación. “Después fui puliendo el personaje, comprándome cositas poco a poco y otras que me han regalado”, señala.
En la pared de su casa tiene colgado el reconocimiento “Antínoo” que le fue entregado en 2019 por su labor en defensa de los derechos sociales y la diversidad humana. Su nombre también figura en reseñas de medios internacionales sobre los conocidos espectáculos de transformistas de Santa Clara. También fue elegida hace unos años como la imagen de un emprendimiento local para celebrar el Día Internacional de las Mujeres.
Aún Susi se transforma en La Faraona en los escenarios, pero prefiere el maquillaje discreto para el día a día, dice. “Trabajo como auxiliar de limpieza. Me gusta tener aunque sea 20 pesos en el bolsillo porque estamos viviendo una situación fuerte y soy solita aquí. No me he retirado de los escenarios, que va, yo estoy vigente. Mis trajes están ahí guardados para regresar un día de estos”.
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