LAS TUNAS, Cuba. — Las Unidades Básicas de Producción Cooperativas (UBPC), principales productoras y suministradoras de caña a los centrales azucareros en Cuba, se están quedando sin fuerza de trabajo. La inestabilidad en los recursos humanos de las UBPC es palpable desde la fundación misma de esas cooperativas, y se ha incrementado ahora como resultado de la crisis económica, que ha hecho más inoperantes a esas instituciones.
Una UBPC bien establecida y administrada —con unas 100 caballerías de tierra, que coseche todas sus cañas o la mayor parte de ellas— al final de la zafra puede pagar a sus cooperativistas utilidades anuales de unos veinte o veinticinco mil pesos: ganancias irrisorias para un año de trabajo, donde el jornal diario fue de unos 140 pesos (2.800 pesos mensuales). Para tener una idea de la escasa utilidad de ese dinero basta decir que 10 libras de pollo pueden costar en una mipyme 2.900 pesos.
No es raro entonces que los cooperativistas de las UBPC las abandonen para ir a trabajar con agricultores particulares (no cañeros) que en cultivos varios pagan entre 300 y 500 pesos, según la jornada de labor en campos de viandas, hortalizas o granos. Pero existen UBPC muchísimo peores que las que describí como “bien establecidas y administradas”, a las que la empresa azucarera no envió maquinaria de cosecha y transporte en la pasada zafra, y no consiguieron cosechar sus cañas, por lo que se encuentran al borde de su disolución.
“Sin azúcar no hay país”, solían repetir nuestros mayores, frase que sintetizaba las bases de la economía cubana durante tres siglos, palabras a las que hoy cabe añadir una perogrullada: cierto. Sin azúcar no hay país porque la agroindustria azucarera forma parte de nuestro folclor, pero sin caña no hay azúcar ni batey (poblado) ni ron, y, sobre ese aserto, es útil ahora preguntar: si no se les paga a la mujer y el hombre del campo como es debido por sembrar, cultivar y cosechar la materia prima del azúcar, ¿quiénes producirán caña en Cuba?
La respuesta parece obvia. Mientras no se cambien las relaciones de producción, pocas personas estarán dispuestas a esforzarse en un trabajo duro, bajo un sol tórrido, si esa labor no es remunerada debidamente (entiéndase: con un salario acorde a los bienes que produce, con capacidad de pago para satisfacer las necesidades del trabajador cañero y su familia). Y la caña no sólo produce azúcar, sino también mieles, alcoholes, rones, cera, tableros, energía eléctrica y mucho abono orgánico en forma de cachaza.
Lo hemos dicho otras veces y ahora lo reiteramos: es urgente una verdadera reforma agraria en Cuba para eliminar el latifundio estatal, pero eso no sucederá mientras el Partido Comunista de Cuba (PCC) mantenga el monopolio de la política, la economía y las relaciones de propiedad en la nación cubana.
Desaparecida la Unión Soviética (URSS) y el bloque de países comunistas satélites de Moscú, que mantenían la economía cubana toda —y, muy especialmente, la agroindustria azucarera sobre la base de la explotación extensiva de la tierra— con una carga de recursos materiales (maquinaria, combustibles, fertilizantes, herbicidas y plaguicidas) y humanos por área, al Buró Político del PCC no se le ocurrió nada mejor el 10 de septiembre de 1993 que constituir las UBPC sobre las inmanejables, sobredimensionadas y costosas empresas estatales.
Fue así que los obreros agrícolas, pasarían a ser “cooperativistas”, que recibirían las tierras del Estado no en calidad de dueños, sino de usufructuarios por tiempo indefinido, y, a cambio, venderían sus producciones al Estado, en la forma que éste decidiese.
A finales de 1993, del 16% de la tierra que en Cuba estaba dedicada a la producción de caña en manos de cooperativistas, esa cifra se incrementó al 93%, de las cuales el 78% eran áreas ocupadas por los otrora distritos cañeros, que ahora se llaman UBPC.
Con semejantes antecedentes, no extraña que hoy, con una espiral inflacionaria indetenible y una moneda nacional devaluada como nunca antes, no tengamos azúcar en Cuba, porque no hay suficientes brazos para sembrar la caña que un día nos hizo un país próspero.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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