LA HABANA, CUBA,- “Un beso y una flor”, una de las más conocidas melodías del cantante español Nino Bravo, que trataba el asunto de las personas que emigran de sus países, pareciera escrita para los cubanos, que en los últimos 65 años han tenido que partir de su patria, no solo en busca de una mejoría económica, sino también de libertad.
En la canción, Nino Bravo, luego de anunciar “dejaré mis campos y me iré lejos de aquí”, y de asegurar: “con mis manos y con tu amor lograré encontrar otra ilusión lejos de aquí”, advertía: “me voy, pero te juro que mañana volveré”.
“Al partir un beso y una flor, / un te quiero una caricia, y un adiós. /Es ligero equipaje para tan largo viaje. Las penas pesan en el corazón. / Más allá, del mar habrá un lugar. / Donde el sol cada mañana brille más. / Forjarán mi destino, las piedras del camino. Lo que nos es querido siempre queda atrás”, cantaba Nino Bravo.
El mensaje es claro. Los que emigran, por la razón que sea, van con las escasas pertenencias físicas que pueden llevar consigo, pero acompañados del recuerdo de su tierra, su hogar, la familia, los amigos…
La emigración de los cubanos ha sido dolorosa y ha tenido episodios muy tristes.
A principios de la década de 1960, durante la llamada Operación Peter Pan, cientos de padres, para evitar que sus hijos cayeran en las garras del régimen comunista que veían venir, los enviaron a los Estados Unidos a través de la Iglesia Católica. Algunos nunca pudieron reencontrarse con los suyos, pero casi todos tuvieron una educación universitaria esmerada.
En 1965 las autoridades cubanas permitieron que llegasen barcos pequeños por Camarioca, Matanzas, para recoger a familiares que querían emigrar. Cuando cerraron Camarioca, se inició el puente aéreo que llamaron los Vuelos de la libertad y que duró hasta 1972.
En 1980, en la Embajada del Perú en La Habana se asilaron más de 10.000 personas. Aquello motivó el éxodo a través del puerto del Mariel. Unas 25.000 personas se fueron de Cuba por Mariel.
Aquellos individuos que recibieron el calificativo de escoria por parte del régimen, que tuvieron que soportar maltratos físicos y verbales en los actos de repudio, años después, cuando vinieron de visita a su patria, fueron recibidos como si fueran los Reyes Magos.
Otra nueva explosión migratoria se produjo en el verano de 1994: la Crisis de los Balseros. Miles de personas se lanzaron al mar en rústicas embarcaciones, y muchos hasta en cámaras de neumáticos. Incluso hubo unos que hicieron de un camión una lancha. Cientos de vidas se perdieron en el estrecho de la Florida durante aquel episodio.
A los que fueron rescatados en el mar, los llevaron a la Base Naval de Guantánamo, hasta que pudieron pasar hacia los Estados Unidos de manera paulatina.
Desde el año 2021 estamos ante una nueva explosión migratoria, mayor que las anteriores (en menos de tres años, más de medio millón de personas).
La forma más segura que existe hoy de llegar a los Estados Unidos no es cruzando fronteras, sino con el Parole Humanitario. Han logrado “brincar el charco” por medio de este sistema más de 100.000 cubanos.
Muchos que salen del país en misiones médicas, o artistas y deportistas, nunca regresan, pues solicitan asilo político.
A eso súmele los cubanos y cubanas que contraen matrimonio con extranjeros y se van a residir al país de sus cónyuges.
Se calcula que más de 4 millones de cubanos viven en el exterior.
Esta situación conviene al régimen, pues le permite aprovecharse de las remesas que envían los emigrados a sus familias y deshacerse de los inconformes. Pero también pierde una gran fuerza laboral, compuesta principalmente por jóvenes.
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