Ciudad de México, México.-Alrededor del diamante del Capitolio, el mismo que nadie ha visto hace décadas, se han contado muchas historias, algunas con toques de ficción. ¿Cuál fue el origen de esta joya, para alguno, maldita? ¿Cómo la robaron? CubaNet te lo cuenta.
El dueño original del diamante fue el último zar ruso Nicolás II, obligado a abdicar cuando los bolcheviques tomaron el poder. Entre las exclusivas joyas que le confiscaron estaba su corona y precisamente el diamante de 25 quilates que terminó en el Capitolio cubano fue separado de la corona rusa.
Pero mucho antes que el gobierno de Gerardo Machado colocara la majestuosa piedra en el Salón de los Pasos Perdidos, hubo una cubana interesada en poseerla.
Se trata de María Jaén, esposa del entonces presidente Alfredo Zayas. Ella fue animada por Isaac Estéfano, un joyero turco radicado en La Habana para que adquiriese el diamante. El joyero viajó a París a recoger la joya y cuando ya tenía el diamante en mano, la primera dama se arrepintió y no quiso pagar los 17 000 pesos que habían acordado. Por lo que a Estéfano no le quedó otra opción que guardar la piedra mientras esperaba un nuevo comprador, pero no sería tan sencillo. Lo que le hizo especular que la gema estaba maldita y auguraba un mal presagio a quien la tuviese.
Las supersticiones del comerciante no eran del todo infundadas: a quienes tocaron el diamante antes que él, no les fue bien. Para empezar el zar terminó sin corona y asesinado junto a su familia. La duquesa que se lo vendió en París, murió diez días después de la venta, y el ruso que sirvió de intermediario en el negocio quedó ciego a causa de una agresión. Eso no es todo : el mismo Estéfeno no prosperaba en los negocios desde que lo guardaba. Hasta tuvo que empeñarlo para salir a flote. Además sufrió varios asaltos de ladrones que intentaban quitarle la piedra.
Cuando pensaba que no iba a poder deshacerse de ella, Carlos Miguel de Céspedes, ministro de Obras Públicas del gobierno de Machado, se interesó en adquirirla para colocarla en el Capitolio, todavía en construcción. Por 12 mil pesos la vendió.
El robo del Capitolio
El 20 de mayo de 1929,cuando el Capitolio se inauguró, el brillante estaba ya en su sitio, marcando el kilómetro cero. Fue desde el inicio una de las principales atracciones del lugar, que en 1931 se presentaría como la sede del congreso.
Por casi 20 años estuvo el diamante en su sitio hasta que en la mañana del 25 de marzo de 1946, los guardias descubrieron que ya no estaba. Los peritos aseguraron que el robo fue cometido por expertos. Miguel Suárez Fernández, presidente del Senado, suspendió de empleo y sueldo al pelotón de la policía que esa noche custodió el edificio, pero no había rastros de la gema.
Sobre la proeza del robo escribió el periodista e historiador Ciro Bianchi “La joya se consideraba uno de los tesoros mejor protegidos de la República. La habían engarzado en ágata y platino antes de introducirla en un bloque de andesita, el granito más fuerte del mundo, y éste a su vez fue recubierto por otro, de concreto, al empotrarse en el piso, en el centro del Salón. Un cristal tallado, tan sólido que se estimaba irrompible, reforzaba su resguardo. Pero solo 30 minutos, al parecer, bastaron a los ladrones para sustraer el brillante”.
Quince meses después, el 2 de junio del 47, el presidente Ramón Grau San Martín llamó a su despacho a algunas de las más relevantes figuras del gobierno. Tenía una sorpresa que contar: el diamante le había sido devuelto de manera anónima.
Luego fue llevado a su lugar original en el corazón del Capitolio y allí permaneció hasta 1973, cuando el régimen decidió moverlo. Supuestamente se conserva en el Banco Central de Cuba, aunque desde hace décadas nadie puede confirmarlo.