LA HABANA, Cuba.- Después que aprendí a leer, cuando salía con mi padre, siempre pedía que me comprara muñequitos de los que vendían los limpiabotas, al lado de su sillón, en rústicos anaqueles, colgados con palitos de tender.
Los muñequitos (que es como los cubanos denominamos a lo que en otros países llaman comics o historietas) costaban, si eran nuevos, 10 centavos, y los usados cinco.
Mis preferidos eran los humorísticos: los de Pluto, La Pequeña Lulú, el Pato Donald, Porky y el Pájaro Loco. Pero también me gustaban los de Superman, Tarzán y los del Oeste.
A propósito de Tarzán, hace unos meses encontré un vendedor de libros usados en el parqueo de la heladería Coppelia que, dentro de su pequeña oferta, tenía un muñequito de Tarzán. Adquirí ese muñequito que es hoy una rareza bibliográfica, o un objeto museable, por la suma de 100 pesos.
En mi casa se recibía el periódico El País, que adicionaba los domingos un suplemento con los muñequitos a todo color. Recuerdo con agrado que las pequeñas tiras en cada página tenían un personaje. Estaban Pomponio, Dick Tracy, Benitín y Eneas, Daniel Seso Hueco, y varios más.
Los muñequitos que llegaban a Cuba antes de 1959, ya fuera en forma de libritos o en la prensa, eran norteamericanos pero editados en México. La traducción al español casi nunca era textual.
La televisión y el cine también propiciaron la divulgación de muñequitos como Betty Boop, Little Lulu y el simpático profesor Grampy, quien mientras bailaba inventaba y armaba aparatos, y usaba un sombrero con un bombillo que se encendía cuando se le ocurría una idea.
Los protagonistas de la mayoría de los comics o muñequitos son animales con características humanas, o personas con ciertos rasgos estilizados o sobrenaturales.
Son ilustraciones que poseen secuencia argumental con textos cortos y en ocasiones con “globitos” que indican el personaje que habla. Nos hacen reír, pero siempre, detrás, está un mensaje más o menos explícito.
La historia de los comics o historietas se remonta a épocas bien antiguas. Hay estudiosos que sitúan sus orígenes en las tumbas de los faraones del antiguo Egipto, pues en las paredes de estos recintos aparecen dibujos con representaciones secuenciales, que serían los antecedentes de los comics.
Thomas Rowlandson es considerado como inventor del comic con Los viajes del doctor Syntax, en 1809, por ser la primera aventura seriada de la historia, aunque el primero que se imprimió fue The Yellow Kid el 16 de febrero de 1896.
La primera tira humorística fue Mutt and Jeff, de Bud Fisher, que se inició el 15 de noviembre de 1907, y mantuvo su continuidad hasta 1982, con enorme éxito.
Los comics más conocidos en todo el mundo son los de Walt Disney, que dio vida con sus dibujos a Mickey Mouse en 1928. Luego creó a La Cenicienta, Blanca Nieves y los Siete Enanitos, La Bella Durmiente y otros muchos, que originaron una gran industria, representada en el cine, la televisión, los medios impresos y en sus fabulosos parques temáticos, que hacen soñar a niños y adultos.
En Cuba, después de la Revolución, las autoridades consideraron que los comics norteamericanos eran ideológicamente nocivos, y los sustituyeron por los muñequitos soviéticos y dibujos animados nacionales, siendo los más populares de estos el mambí Elpidio Valdés, y el Capitán Plim, usado para la promoción del Parque de los Cocos (el antiguo parque de diversiones Coney Island).
Los comics son de importancia vital para los niños en su etapa de inicio escolar, pues es una forma amena de enseñarlos a leer, hacer que tengan buena ortografía, y adquieran conocimientos.
En mi caso, debo a los muñequitos de mi niñez el hábito de la lectura y el amor por los libros, al extremo de tener actualmente una biblioteca de más de 2.000 libros.