CAIBARIÉN.- La región central del país se ha visto afectada desde finales de abril por una vaguada sumamente estable. Considerables masas acuosas se han precipitado sobre el territorio y parece que mayo va a romper records históricos.
Dicha afectación beneficia primeramente a los agricultores, luego la agricultura y el manto freático al final. En ese orden. Las presas se han saturado, los aliviaderos vierten al mar y las inundaciones en las casas familiares son más frecuentes.
Igual sucede con los silenciosos derrumbes de lo mal reconstruido tras el estruendo ocasionado por el huracán Irma. El entorno continúa mojado hasta el tuétano.
Proliferan legiones de mosquitos y moscas, y han reaparecido brotes de enfermedades afines a la saturación del calor y la humedad, lo cual trae aparejado fumigaciones —haya o no agua después para desprendernos el petróleo que usan como mortífero sustituto de insecticidas— con que se intentan aniquilar las larvas.
El vital líquido que llega por la cañería de cuando en vez, está hiperclorado, y se han reportado eventos diarreicos o dolores estomacales en personas sensibles y enfermos crónicos.
En su afán por salvarnos de padecimientos prevenibles, el Estado “socialista” nos reserva una muerte lenta entre humaredas tóxicas y aguas emponzoñadas.
Otro espanto del panorama es que hay barrios que ni así reciben gota de agua. Porque el sistema de acueductos y alcantarillados que pertenece a la Empresa de Comunales colapsó cuando tres de sus tres pozos destinados para el abasto se quedaron sin turbinas de bombeo.
Y no hay disponibilidad de repuestos.
“¡Tremenda calamidad que ocurriera al mismo tiempo!”, declaró la joven que cobra el agua en los repartos al sur del municipio, cuando pasó a por lo suyo.
Recibió, no obstante tal revelación, una andanada de vituperios de aquellos que, aún sin agua, tuvieron que pagarla.
Luego indicó que “el director tiene problemas personales (¿con la Justicia?), por tanto el mando del plantel anda un poco al garete”, de lo cual se intuye su empresa, que debe velar por que no falte el servicio de cloración y distribución oportunas para la población, carece de cabeza.
Por ejemplo, en La Playa (Mar Azul), con un millar de residentes y vacacionistas, no llega el suministro desde hace 55 días. Los vecinos los cuentan como si fueran los últimos de la condena en la prisión de If.
Aunque hace algún tiempo le fue reservada al distrito una conductora especial por su lejanía, los arrabaleros del “llega y pon” han pinchado tanto la tubería principal que se les vacía antes de arribar a la estación de re-bombeo, ilegalidades que el Gobierno oblitera perseguir.
Otro barrio desgraciado es la Cuidad Pesquera, inaugurado en 1964, que contiene una población similar y hace 13 días no ve otra agua que la que le cae del cielo con tanta nublazón.
El poblado, que antaño tenía una espléndida Fábrica de Hielo para garantizar la preservación del pescado, el comercio, la industria turística y demás derivaciones que incluían hasta granizaderos y heladeros callejeros, muestra su ruina como si hubiese habido un bombardeo “amigo”. (Porque enemigos, no quedan).
Nos cuenta un mecánico especializado en motores soviéticos, que la tecnología de extracción e impulsión conocida como “moto-bombas de profundidad” es bastante obsoleta en esos aforos que distan varios kilómetros del centro.
La fatiga analógica del parque se quedó en el sector poblacional, porque el turismo último luce una digitalización de su sistema de acueductos que ni el de una planta nuclear.
Pero lo peor no ha sido el estado deplorable del equipamiento de los pobres, sino los descacharrantes apagones que se suceden desde hace también más de un mes y que han agravado a la par el deterioro de toda pertenencia eléctrica.
Llegó a confesarnos —aquel experto en reparar lo irreparable— que las tres unidades en activo, más la de repuesto, estuvieron rotas al unísono. Y que hoy se entrega apenas un tercio al suministro acuífero solo en las mejores zonas. Como el reparto militar.
Un informe sobre el despacho de carga de la Empresa Eléctrica que se escabulló “de una reunión del Partido”, reveló que, en lo que va de mes, el municipio ha tenido “un centenar de desperfectos conectivos”, por causas precisamente de lluvias torrenciales, truenos, tornados, más la acumulación de polvo que originó cortocircuitos que produjeron interrupciones entre 10 minutos y 10 horas.
Los testigos-víctimas-sobrevivientes de toda prueba anterior o posterior a esta tragedia, podrían impugnar esa cifra edulcorada y duplicarla sin vacilar. Porque hubo días en que quitaron la luz cien veces.
Como en lo más álgido del Período Especial, bajo desespero e impotencia, la gente construye glosas para aplacar su desgracia actual y cita al culpable del desastre nacional en rimas profanas de balcón y pasillo: “Sin agua ni luz: Fidel Castro Ruz”.