LA HABANA, Cuba.- Antes de 1959 las mujeres cubanas no necesitaban estar asociadas a ninguna organización nacional para educar a sus hijos. Es cierto que no éramos una sociedad perfecta, pero a pesar de las dificultades el cubano era trabajador, honrado, educado, tenía un alto concepto de la familia y era amante de sus tradiciones y orgulloso de su nacionalidad. Nos caracterizaba el civismo inculcado por nuestros padres y educadores, que en armonía sembraban valores éticos y morales en los ciudadanos, a lo cual contribuían también instituciones culturales y medios de difusión.
Hoy, ¿quién puede negar que aquellos valores se han perdido? Baste recordar estas palabras de Raúl Castro: “La pérdida de valores éticos y el menosprecio a las buenas costumbres pueden revertirse mediante la acción concreta de todos los factores sociales”.
El 23 de agosto de 1960, hace ya 55 años, Vilma Espín fundó la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) a instancias de Fidel Castro, para supuestamente “unir a las mujeres, organizarlas, propiciar su superación educacional, ideológica y cultural con el fin de alcanzar una plena participación en la vida económica, política y social del país”.
Comenzaba así el control gubernamental sobre algo más de la mitad de la población cubana. Gran número de mujeres fueron presionadas por la organización para participar en movilizaciones políticas, incorporarse a las Milicias Nacionales Revolucionarias, la agricultura, las microbrigadas de la construcción, además de las labores del hogar, por lo que le dedicaban cada vez menos tiempo a la educación de los hijos.
Así pues, conociendo que la falta de atención de los padres ha sido una de las causas fundamentales de la depauperación de nuestra sociedad, ejemplificada en el alcoholismo, la delincuencia, las indisciplinas sociales y la prostitución de muchos jóvenes, en 1972 la FMC creó el Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual (GNTES) cuyo objetivo era dedicar especial interés a la formación de las nuevas generaciones para lograr una actitud positiva y responsable sobre la sexualidad.
Sin embargo, esta institución no ha creado un programa efectivo para insertar a las prostitutas en la sociedad, puesto que el gobierno no reconoce su existencia. Sin embargo, en Cuba existen gran cantidad de jóvenes “jineteras”, que utilizan esta actividad como vía para resolver sus carencias económicas y para salir del país.
El alcoholismo, por su parte, tan generalizado en nuestra sociedad, afecta por igual a individuos y familias por la violencia que genera. Y lo peor es que hasta ahora no ha servido de gran cosa el Grupo Nacional de Prevención y Atención a la Violencia Intrafamiliar (creado por la FMC en 1997) al cual se han vinculado otras instituciones como el partido, el Poder Popular y la Policía.
Por otra parte, un alto porciento de nuestros jóvenes se sienten frustrados al terminar la secundaria y descubrir que no pueden estudiar lo que quieren, por lo que abandonan los estudios. Muchos no logran reinsertarse en la sociedad, y otros tantos no dudan en acudir a la ilegalidad, pues su falta de valores no les permite diferenciar entre comprar comida en la bolsa negra y falsificar documentos o estafar ancianos. El delito, la delincuencia y la indisciplina social han ganado adeptos en los últimos años. A pesar de ello las instituciones y los medios de comunicación no se cansan de afirmar que en este sentido nuestra situación no es alarmante.
Eso me trae a la mente unas palabras de José Martí: “No se ha de permitir el embellecimiento del delito, porque es como convidar a cometerlo”.