MIAMI, Estados Unidos.- “Se acabó el azúcar, se acabó el café. Es una jodedera del carajo. El que gane poco tiene que ver qué hace: o dejar de tomar café o robar. La chequera no da, no da. Yo no fumo, no bebo y tomo café cuando puedo”, dice el holguinero Nicomedes Martínez Diéguez.
A sus 72 años, y con una pensión de 1.578 mensuales, el anciano asegura que pasa hambre, que todo está muy caro y que el dinero no le alcanza.
Su situación se torna más dramática por una discapacidad física severa que le impide mantenerse erguido. “Tengo un problema en la espalda que me dejaron las lesiones de cuando yo era deportista y levantaba pesas”, precisa.
Martínez Diéguez estuvo en el equipo nacional de pesas, pero un disgusto con sus entrenadores lo llevó a renunciar: tenía 22 años. “El deporte es jodido. Si no coges el primer lugar te catalogan de mal deportista. Y allí los entrenadores favorecían a los deportistas de La Habana”, dice mientras camina hacia adelante, con ayuda de un bastón, para sujetarse de la pared.
Alejado del deporte, el entonces joven regresó a Holguín. La Fábrica de Calzado fue el primero de varios centros de trabajo, donde laboró hasta su jubilación como normador.
“Un normador es el que tira las tasas salariales. Por ejemplo, en un trabajo manual, el normador tiene que hacer un estudio del tiempo que el trabajador invierte en realizar la actividad. También le dicen tasador. Es un trabajo importantísimo”, explica Martínez Diéguez.
Desde hace tres días el anciano ha estado intentado en vano cobrar su pensión en los cajeros automáticos. “Hace más de una hora estoy esperando que surtan el cajero para sacar el dinero. Estuve por la mañana y no había”, dice buscando apoyo en la pared, visiblemente cansado.
“El cajero está muy lejos de mi casa. Demoro en llegar porque durante el trayecto tengo que descansar varias veces. Vengo porque nadie me lleva el dinero a la casa y tengo que pagar comida, tengo que pagar 20 cosas”, cuenta.
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Martínez Diéguez opina que los jubilados son víctimas de una mala decisión gubernamental: el pago de las pensiones por tarjetas magnéticas. “No hay condiciones. Hay demasiadas tarjetas magnéticas y no hay dinero en los cajeros automáticos. Mira las colas que hay ahí. Que sigan con el pago en efectivo en las oficinas del Correos o en el banco. El Gobierno debe mejorarnos la vida a los cubanos y no empeorarla, como está haciendo”, dice.
Para sobrevivir, por un lado vende algunos productos que le dan por la libreta de racionamiento y, por otro, limita la cantidad de comida que ingiere. “Vendo los cigarros, el detergente, un poquito de arroz. Como poco hoy, mañana como regular”.
El anciano vive solo en una casa en mal estado constructivo. “Cuando llueve se moja todo. Así perdí el refrigerador, la cama, la mesa, el aparador y el ventilador. Eso fue por la mojazón de un aguacero. Se están yendo muchas personas, pero yo no puedo irme ya, estoy viejo y enfermo”.
El alto costo de la vida, la galopante inflación, la escasez y los apagones son algunos de los problemas que aquejan a los cubanos. Los niños, las personas con discapacidad y los ancianos son los más afectados.
“Hay cosas que andan muy mal y criticamos, pero bajito. Nosotros tenemos que criticar y cambiar abiertamente las cosas mal hechas. Hay gente que critica al Gobierno, pero no tiene el valor de decir por qué motivo. Hay muchos simuladores que quieren coger cargos y dirigen para su beneficio y no para el beneficio del pueblo”, dice Martínez Diéguez.
Tras la conversación y varios intento, el anciano pierde las esperanzas de cobrar su pensión en el cajero automático. “Me voy para la casa y mañana regreso”, dice, y sale caminando con el cuerpo encorvado, con un bastón y una jaba vacía en las manos.