LA HABANA, Cuba. — Ayer, 17 de diciembre de 2023, encaminé mis pasos desde el amanecer hacia El Rincón en Santiago de las Vegas para peregrinar hasta el santuario dedicado a San Lázaro, uno de los santos más venerados por los cubanos.
El trayecto de ida no fue fácil, pues al llegar a mi parada de Boyeros y San Pedro (alrededor de las ocho de la mañana), las personas que allí estaban comentaron que desde las 6 a.m. no pasaba ninguna guagua. Me dispuse entonces a tomar un almendrón. Aunque hasta hace poco los conductores de estos vehículos cobraban 200 pesos por el viaje, por ser este día tan especial tuve que pagar 250, o no iba.
La carretera —cerrada al tránsito vehicular — que va del paradero hasta la entrada del santuario, con algo más de dos kilómetros, contaba con un desfile constante de personas que se dirigían o ya venían de regreso del lugar. Llamó mucho mi atención que los participantes eran en su mayoría personas jóvenes o de mediana edad, incluso había familias que llevaban niños menores en coches o en brazos.
Un sinnúmero de estas personas portaban atuendos propios de Santería a Babalú Ayé, según lo sincretizan en la religión afrocubana, con sus vestimentas de tela de saco adornada con aditamentos morados o color violeta, otros llevaban prendas normales, pero del mismo color.
Vi un caso de un joven que se arrastraba por el pavimento, pero lo hacía sin la piedra que se ataban otros a sus pies. Estaba acompañado de dos fieles para ayudarlo ante cualquier circunstancia.
La cantidad de kioscos, casas particulares y otros puntos que vendían imágenes del santo, velas, flores y otros elementos religiosos eran incontables en todo el trayecto. Otros tenían ofertas de alimentos industriales o elaborados en casa.
Los precios de las flores iban desde 50 pesos por un pequeño ramillete hasta 200 los ramos grandes; las velas costaban 50 pesos como mínimo; y las figuras, de todos los tamaños, desde 100 hasta los 4.500 las grandes que se colocan en el suelo.
Algo significativo es que la misa se celebró en la entrada del templo para dar cabida a todas las personas que quisieran participar en ella, y aunque no estuve todo el tiempo para oírla, no recuerdo que hiciera mención el sacerdote a San Lázaro.
No podía faltar el enorme despliegue de policías y agentes del Ministerio del Interior (MININT), que se hallaban en grupos de dos y hasta cuatro cada doscientos metros en todo el recorrido y ubicados alrededor de los jardines de la iglesia. También había algunas patrullas que circulaban por el camino para observar el comportamiento de los ciudadanos. En el cruce de la carretera de Bejucal al Wajay había, por precaución, un camión de bomberos y una ambulancia.
Me llamó la atención que el antiguo Lazareto para enfermos de lepra, convertido en estos instantes en hospital dermatológico, tenga en su frente un letrero grande que dice: “Viva Cuba Libre”.
Durante el regreso hacia Santiago de las Vegas, la marea humana que encontré por delante hacía complicado avanzar. De casualidad logré montar en la ruta P-16 (único carro que había), que en esos instantes salía de la terminal. Así regresé a mi domicilio.
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