AREQUIPA, Perú.- El Vedado, uno de los barrios más distinguidos y cosmopolita de la capital cubana, hace poco más de 165 años era una zona costera y boscosa como otras tantas dentro de la Isla. No fue hasta 1858 que comenzó a urbanizarse el área, que fue conociéndose por su garbo y efervescencia.
Llegado el año 1870 se habían edificado solo unas veinte viviendas, casi todas en las calles Línea y Calzada. Los primeros vecinos que registra la historia de la barriada fueron el Conde de Pozos Dulces y su familia, quienes habitaron una típica casona criolla que se localizaba entre las calles 11, 13, C y D.
Unos 10 años después, en 1880, se mudaría al Vedado el doctor Antonio González Curquejo, para ocupar la todavía existente residencia construida en la esquina de Línea y B. Otros de los primeros pobladores conocidos en El Vedado fueron los hermanos médicos José y Cirilo Yarini, quienes serían los tíos del célebre chulo Alberto Yarini.
Distintos hitos de la creciente urbe fueron registrados según fue creciendo su comunidad, entre ellos la botica (farmacia) del doctor Bueno (Calzada entre Paseo y 2) como uno de los primeros comercios; la inauguración del salón Trotcha (Calzada esquina a 2) en 1883; o la creación del cinematógrafo de la sala Vedado (Calzada y Paseo).
Hacia 1895 hubo un notable auge del barrio. Su proximidad con el mar y varios balnearios establecidos desde 1864 desde la calle G y hasta 6, hicieron que el reparto cobrara relevancia.
Tras el fin de la Guerra de Independencia, en 1898, y la instauración de la República, en 1902, El Vedado alcanzó un apogeo excepcional. Los ricos de la casta abandonaron la ruidosa Habana Vieja para comprar terrenos o construir en la barriada. La tendencia fue adoptada también por los nuevos adinerados de la capital y varios altos oficiales del Ejército Libertador. Comenzaron a proliferar inmuebles de todos los tamaños, lujos y estilos.
El Vedado ganó en poco tiempo algunos rivales con los repartos del oeste de La Habana, al otro lado del Almendares, donde terminarían avecindándose los más ricos. La propaganda inmobiliaria de 1910 ya afirmaba: “Cualquiera puede decir: Yo vivo en El Vedado. Pero no todos pueden decir: Yo vivo en el Country Club”.
Muchas regias mansiones de antaño, abandonadas por sus dueños, se convirtieron en colegios, oficinas, cuarterías, casas de salud y fue transformándose de a poco en El Vedado que conocen las actuales generaciones de cubanos. Con sus amplios parques, áreas verdes, grandes avenidas, el barrio es considerado uno de los logros urbanísticos contemporáneos de la Isla.
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