MADRID, España.- La fiebre amarilla, enfermedad infecciosa endémica de África y llegada el continente americano en el siglo XV, fue un misterio para los científicos hasta 1881, año en que el cubano Carlos J. Finlay (1833-1915) descubrió que el mosquito aedes aegypti (también conocido como Culex) era el transmisor de la enfermedad.
Nacido en Camagüey el 3 de diciembre de 1833 realizó allí sus primeros estudios y luego continuó su formación en Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos, donde se graduó como médico en 1855, título que revalidó en la Universidad de La Habana.
Tras numerosas investigaciones a las cientos de especies de mosquitos, fue capaz de identificar que el aedes aegypti, y específicamente que la hembra, ya fecundada de esa especie, era quien transmitía la enfermedad de la fiebre amarilla.
La idea que le sirvió de apoyo para su descubrimiento la tuvo mientras rezaba el rosario y un mosquito zumbaba a su alrededor, reconoció en una ocasión.
En febrero de 1881 compartió su teoría en la Conferencia Internacional de Sanidad, celebrada en Washington D.C., pero su planteamiento apenas tuvo aceptación.
En junio de ese año, de regreso a la lsla, realizó pruebas en varios voluntarios sanos. Con estas pruebas descubrió también que la persona contagiada quedaba inmune de volver a contraer la enfermedad.
El 1ro. de agosto de 1900 Finlay entregó a la Comisión de médicos en La Habana huevos del mosquito Culex y los expedientes de los 104 experimentos que había realizado.
Con la confirmación de su teoría se llegaba a uno de los acontecimientos de mayor trascendencia en la historia de la medicina cubana y América Latina.
La genialidad del descubrimiento del cubano estriba en que era la primera vez que se mostraba la posibilidad de que las enfermedades fueran transmitidas por un agente hasta entonces no convencional, pues la medicina de la época estimaba que las enfermedades solo podían transmitirse por contacto directo o debido al medio ambiente.
Finlay también descubrió que la principal causa de propagación del cólera en La Habana se debía a la mala calidad de las aguas que consumían sus habitantes.
Todos estos aportes a la Ciencia han hecho que sea el cubano más veces nominado al Premio Nobel (en siete ocasiones).
En 1975 la UNESCO lo incluyó entre los microbiólogos más destacados de toda la historia junto al holandés Anton Van Leeuwenhoek (fabricante del microscopios), el francés Louis Pasteur (autor de la técnica conocida como pasteurización), el alemán Heinrich Hermann Robert Koch (descubridor del bacilo de la tuberculosis), el ucraniano Ilya Ilich Mechnikov (formuló la teoría sobre la fuerza del cuerpo humano para resistir las enfermedades infecciosas e hizo estudios sobre la sífilis) y el escocés Alexander Fleming (descubridor de los efectos antibióticos de la penicilina).
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