MIAMI, Estados Unidos. — El 12 de agosto de 2000 el submarino nuclear K-141 Kursk naufragó accidentalmente durante un ejercicio naval en el mar de Barents (en el océano Ártico) con 118 tripulantes a bordo, en lo que es considerada una de las principales tragedias de la navegación submarina.
El K-141 Kursk fue un submarino nuclear de la clase Oscar II, perteneciente a la Armada Rusa. Su construcción comenzó en el astillero de Severodvinsk en 1992. En 1994 fue botado y en diciembre de ese año fue formalmente asignado. La nave fue bautizada por un sacerdote ortodoxo en 1995.
El Kursk fue el último submarino de su tipo diseñado en la Unión Soviética. Tenía 155 metros de largo y cuatro pisos de alto. Er uno de los submarinos de ataque más grande jamás construido, considerado, además, insumergible, ya que tenía un doble casco.
Sin embargo, como ha ocurrido en la historia con otros grandes navíos, el K-141 Kursk tuvo su trágico final el 12 de agosto de 2000 durante una misión de entrenamiento que inició en horas de la mañana. Ese día, dos enormes explosiones terminaron con su hundimiento y con la muerte posterior de sus 118 tripulantes.
Las fuertes detonaciones no solo provocaron la ruptura del casco del submarino, permitiendo el ingreso del agua a un ritmo de 90.000 litros por segundo, sino también un evento sísmico de 4,2 grados en la escala de Richter que se sintió hasta en Alaska.
Según la versión oficial, basada en los resultados de la investigación de la Fiscalía General rusa, la primera deflagración fue debido a que el HTP (una forma muy concentrada de peróxido de hidrógeno usado como combustible de propulsión de un torpedo 65-76) se filtró a través de la carcasa de este, reaccionando con cobre y latón en el tubo desde el que se dispara el mismo, causando la primera explosión.
La mayoría de los tripulantes del submarino K-141 Kursk murió en las primeras dos explosiones. No obstante, unos 23 supervivientes lograron trasladarse hasta el noveno y último compartimiento. Como las cápsulas de escape estaban en el primer y tercer compartimiento, ambos resultaron destruidos durante los estallidos, por lo que resultó imposible que accedieran a ellas. No obstante, fue otro trágico evento el que acabó con sus vidas: un incendio generado por los cartuchos de superóxido de potasio.