MIAMI, Estados Unidos. — En septiembre de 1919 naufragó en aguas del litoral habanero el vapor español Valbanera, que había zarpado de Islas Canarias con 1.230 personas, de las cuales 88 eran tripulantes y el resto viajaba en calidad de migrantes hacia América, procedentes de La Palma, Tenerife y Gran Canaria.
Por aquellos años, específicamente entre 1911 y 1920, más de 86.000 canarios se arriesgaron a probar suerte en la mayor de las Antillas, donde había cobrado auge la producción de caña de azúcar y tabaco, incrementando la necesidad de mano de obra. Los canarios, gente trabajadora y entendida en los menesteres agrícolas, escogieron a Cuba como destino para prosperar.
Desde el momento en que zarpó rumbo a Puerto Rico, el Valbanera estuvo rodeado por malos presagios. Nada más salir de La Palma, el barco perdió una de sus anclas. Ya en alta mar, como consecuencia del hacinamiento y de las condiciones de insalubridad en que viajaban muchos de los migrantes, se desató un brote de gripe española que dejó un saldo de treinta muertos que fueron arrojados por la borda.
Una vez arribado a la mayor de las Antillas, el 5 de septiembre, hizo una primera escala en Santiago de Cuba, donde 742 pasajeros decidieron desembarcar, a pesar de que habían pagado el billete hasta La Habana. En oriente se quedaron junto a parte de la carga, probablemente para buscar trabajo en las numerosas plantaciones de la zona.
El tercer y último espolazo de la mala fortuna ocurrió probablemente debido a un error en las comunicaciones. Cuando casi llegaba a destino el imponente navío, llegó el aviso de que el puerto de La Habana estaba cerrado debido a la proximidad de un ciclón.
Sin instrumentos de medición precisos y deseando encontrar algún resguardo, el capitán condujo el barco hacia el vórtice mismo del temporal.
Poca información existe sobre los últimos momentos del Valbanera, pero se sabe que encalló en un banco de arenas movedizas entre las costas de Cuba y la Florida, donde se hundió rápidamente bajo el embate de las gigantescas olas. No hubo tiempo de emitir señales de socorro ni liberar los botes salvavidas. Tampoco hubo sobrevivientes. Casi quinientas personas murieron en el mayor desastre naval español en tiempos de paz.