LA HABANA, Cuba.- A partir de que el Noticiero Nacional de Televisión se refiriera, siete días antes de celebrarse el 167 aniversario del natalicio del Apóstol, a los hechos acaecidos el 1º de enero (la “sangre” vertida sobre varios bustos de José Martí por el grupo Clandestinos), los periodistas oficialistas —que en 60 años nunca se han manifestado contra la manipulación gubernamental del ideario martiano— comenzaron a escribir artículos reprobatorios al respecto. También las organizaciones gubernamentales (CDR, FMC, FEU, etcétera) han realizado actividades de “apoyo” a la revolución, toda una gran función circense con el objetivo de exacerbar los ánimos, atemorizar a la población y aprovechar para emprenderla contra los “enemigos de la revolución y lacayos asalariados del imperialismo”, lo cual no deja lugar a dudas de que dichos desagravios han sido organizados por encargo del partido comunista.
En la primera plana del periódico Granma del 30 de enero aparece el artículo Afirman descendientes de héroes y mártires que los clandestinos de nuestra historia no podrán ser suplantados. Estoy completamente de acuerdo, aunque solo sea con el título. Y es que la estela de sangre y dolor que dejaron en nuestra sociedad los clandestinos de antes de 1959 no debe repetirse, por el bien de nuestras futuras generaciones.
Con frecuencia los medios rememoran las acciones de aquellos clandestinos (en su mayoría jóvenes), miembros de organizaciones subversivas que ponían en peligro la vida de los ciudadanos, mientras los presentan como héroes que dieron su vida por la libertad, como la estudiante de 18 años Urselia Díaz Báez, miembro de una de las tres parejas —todos integrantes del Grupo de Acción y Sabotaje del movimiento 26 de julio— que en la noche del 3 de septiembre de 1957 pusieron bombas en los cines Radiocentro (hoy Yara), Mella y América, en el que perdió la vida cuando le explotó el artefacto mientras lo manipulaba. Indiscutiblemente, nunca serán superados por los opositores pacíficos cubanos de una u otra tendencia.
En uno de sus párrafos se lee: “Los Clandestinos de nuestra historia patria no podrán jamás ser suplantados por viles lacayos, serviles e inmorales que sin escrúpulos pretenden mancillar al más grande de los cubanos”. Como siempre, los que de una u otra forma emprenden acciones para manifestarse contra el totalitarismo, la dictadura que solo ha traído miseria y sufrimiento al país, son tildados de delincuentes y asalariados del imperialismo. Sin embargo, por más impactante que resulte ver un busto de Martí manchado de rojo (como ellos afirman: “el Apóstol sangra”), este acto de protesta no pone en peligro la vida de nadie.
Pero a pesar de toda la propaganda en su contra (o quizás gracias a ella), muchos observan con interés los planteamientos de estos nuevos clandestinos, pues opinan que el suyo es un método eficaz para despertar la conciencia nacional, además de una nueva forma de resistencia (que no deja de ser válida). No por gusto en poco más de un mes de creada su cuenta en Twitter tiene más de 2300 seguidores. Tampoco parece haber encontrado mucha credibilidad el video escenificado para desacreditarlos. Al respecto me comentaba una joven: “Coincido con el criterio de varias personas: a mí me parece que esos tipos enajenados, que apenas saben hablar, no pueden ser los mismos que se manifiestan en Internet”.
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