MIAMI, Estados Unidos. – En 1960, la exguerrillera Vilma Espín aglutinó a los movimientos feministas preexistentes en Cuba para fundar una “revolución dentro de la Revolución”, según palabras de Fidel Castro. Los que no se unieron a ese núcleo, tuvieron que disolverse.
Más de seis décadas después, cuando los reportes de feminicidios en la Isla son comunes y Granma, el órgano oficial del PCC, ha atacado a los medios y las personas ―sobre todo a las mujeres― que denuncian la violencia machista en la Isla, la certeza es casi absoluta: ni una Revolución ni la otra han sido feministas.
¿Por qué una organización femenina surgida supuestamente para velar por los derechos de las mujeres no es feminista? La respuesta, al igual que la FMC, abarca seis décadas. Sin embargo, nadie ha sido tan diáfano como la propia Vilma Espín, cuando reconoció en la década de 1980 que la Federación había nacido “para unir a las mujeres y constituir con ellas un firme pilar de la Revolución”.
“La FMC intentó unificar los discursos de las mujeres, no se posicionó como una organización feminista a pesar de que quería o manifestaba querer el bienestar de las mujeres cubanas”, explicó a CubaNet la activista y periodista Marta María Ramírez. “No encuentro ningún escrito, ni entre los fundacionales ni entre los más recientes, donde (las federadas) se adscriban al feminismo como corriente”, precisó.
Según la comunicadora, tras 1959 las mujeres cubanas pagaron con “la homogeneización de su discurso” el derecho al aborto, el acceso al trabajo igualitario y la creación de los llamados Círculos Infantiles.
Sin embargo, “esas legislaciones vinieron por decreto, nos las otorgaron sobre todo varones, independientemente de la figura de Vilma Espín y de las mujeres que ella logró nuclear en torno a la FMC”, precisó Ramírez.
“El discurso de la FMC era un discurso antifeminista porque posicionaba al feminismo como un rezago del capitalismo, como algo extranjerizante, algo que ya no era necesario porque teníamos todas las conquistas garantizadas”, también dijo la comunicadora.
La desmovilización de las mujeres, operada en Cuba por el alto mando masculino que calificó al feminismo como una “corriente innecesaria”, no solo conllevó a la criminalización del movimiento ―explica Ramírez― sino que difundió estigmas contras las activistas y sus luchas.
Uno de los ataques más directos a las mujeres feministas en Cuba provino del PCC en 1996. Ese año, el Comité Central ordenó la “desactivación” de la Asociación de Mujeres Comunicadoras Magín, un grupo de escritoras, cineastas y científicas feministas e incluso “revolucionarias” preocupadas por la divulgación de estereotipos machistas en los medios de comunicación.
La FMC no protestó.
Tras 60 años de “Revolución en el poder”, lo peor no es que cuatro de cada diez cubanas, casi la mitad de todas las mujeres de la Isla, hayan sido agredidas alguna vez por sus parejas, sino que en su gran mayoría (nueve de cada diez) no reconozcan que sufren violencia machista, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
Desde su fundación, la FMC ha seguido fielmente los dictados del Partido Comunista, una organización ampliamente gobernada por hombres. Cada congreso de la Federación ha sido históricamente clausurado por un jerarca: tras la muerte de Fidel Castro sobrevino el turno de José Ramón Machado Ventura, el segundo secretario del PCC.
El 8 de marzo de 2005, durante la celebración del Día Internacional de la Mujer, el propio Fidel Castro regaló ollas arroceras a las cubanas reunidas en el Palacio de las Convenciones, en La Habana. La ensayista feminista cubana Zaida Capote protestó por las connotaciones del suceso y se preguntó por qué el gobernante no había escogido ―por ejemplo― el Día de los Trabajadores para regalar ollas a cubanos de ambos géneros, no solo a mujeres.
La FMC tampoco se quejó.
Hasta hoy, la Federación se ha negado a impulsar ―si no ha obstaculizado― una legislación contra la violencia machista en la Isla. En noviembre de 2019, un grupo de 40 mujeres entregó una Solicitud de Ley Integral contra la Violencia de Género a la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba. Apenas un mes después se conoció que el Parlamento cubano no incluiría en su Cronograma Legislativo ninguna norma para proteger a las mujeres y las niñas de la violencia machista, al menos hasta 2028.
La FMC no intervino ni ripostó ante el anuncio de la Asamblea Nacional.
Para Elena Larrinaga, directora de la Red Femenina de Cuba (RFC), la Federación “ha sido utilizada como una pantalla de apoyo al Gobierno” que ha proyectado “una imagen de progresismo”. Sin embargo, “ni siquiera ha tenido la fuerza de incluir en el actual Cronograma Legislativo la Ley Integral contra la Violencia de Género”.
A medida que se han multiplicado las denuncias de feminicidios en medios independientes y redes sociales, el régimen no solo ha minimizado la ocurrencia de actos fatales de violencia machista en la Isla, sino que ha atacado a las mujeres y las plataformas de denuncia ―como YoSíTeCreo en Cuba―, a las que ha tildado de “mercenarias”.
Incluso, en 2015 la diputada Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), negó que en la Isla ocurrieran “femicidios” porque Cuba no era un país violento. “Eso sí es un efecto de la Revolución”, declaró en esa ocasión al diario Tiempo Argentino.
Hasta hoy, las mujeres activistas, periodistas independientes y opositoras han sufrido formas de violencia política con matiz de género que no sufre ningún hombre: ellas son amenazadas con perder la patria potestad de sus hijos, sometidas a acoso sexual e infantilizadas bajo la figura de sus padres o esposos.
La FMC, fiel a su naturaleza fundacional, jamás se ha pronunciado contra los abusos que padecen las mujeres disidentes en Cuba. Las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, creadas por la Federación en la década de los 90 del pasado siglo, jamás han apoyado, que se sepa, a una mujer víctima de violencia política en la Isla.
Muy por el contrario, el régimen ha convocado recurrentemente a sus “brigadas de respuesta rápida” para apalear y arrestar a las Damas de Blanco. Las activistas antirracistas y feministas del Comité por la Integración Racial (CIR), entre muchas otras, han sido amenazadas con ir a prisión e impedidas de salir de sus casas.
Las periodistas, las opositoras y las artistas críticas de la “Revolución” han sido desalojadas de sus viviendas, perseguidas y difamadas.
Nunca, ninguna vocera de la organización ha pedido la liberación de Brenda Díaz, una joven trans, manifestante del 11J, que ha sido rapada y obligada a permanecer en una cárcel de hombres. La situación de Brenda, Lizandra Góngora, Aymara Nieto y los de otras cientos de presas políticas no preocupan a las federadas.
En noviembre de 2021, la propia secretaría de la FMC en la provincia de Villa Clara, Mayelín Díaz Rodríguez, encabezó un acto de repudio contra la activista Saily González Velázquez. De esta forma, la Federación no solo se ha adherido a la violencia estatal y política contra las mujeres, sino que ha agredido activamente a las mujeres disidentes.
La FMC “es una organización que ha luchado por los derechos de las mujeres totalmente plegada al PCC, un partido macho, no solo porque está liderado por hombres sino porque ha manifestado expresamente que las cubanas somos ciudadanas de cuarta categoría, al negarnos la posibilidad de tener legislaciones específicas contra la violencia machista y al criminalizar, además, a las mujeres que estamos luchando por que se reconozcan nuestros derechos”, explica Marta María Ramírez.
Para ella “no puede haber feminismos en el mundo que estén plegados a un partido machista. Es imposible”, termina.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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