LA HABANA, Cuba. — Soy asiduo lector desde niño y tengo 75 años. Laboré durante 20 años en el mundo comercial del libro. He participado como trabajador y visitante en casi todas las Ferias del Libro de La Habana. Por todo ello, mi experiencia me permite hacer una valoración de la recién concluida.
Un primer aspecto a señalar es que algo más del 70% de los libros ofertados trataban de política o de la historia reciente de Cuba, con asuntos muy precisos y de interés solo para cierto tipo de lectores. Entonces, más que Feria del Libro debió llamarse Feria Política del Libro.
Los libros de literatura cubana no despertaban gran interés, pues eran de escritores noveles y muchas veces de provincia, poco conocidos, sin difusión a nivel nacional.
De Leonardo Padura, el más popular y premiado internacionalmente de los escritores cubanos de la actualidad, no hubo un solo libro en la Feria. Fue silenciado totalmente.
Una novedad de esta Feria fue brindar la opción de los libros digitales, que suplen la escasez de papel en el país. Pero esta iniciativa no funciona para muchas personas, sobre todo las de la tercera edad, que no cuentan con esa tecnología o tienen dificultad para acceder a ella.
El problema de los precios de los libros es otro aspecto a destacar. Se comentaba que los precios serían algo menor que el año anterior, pero sucedió lo contrario: los títulos costaban dos o tres veces más. Los ejemplares que anteriormente se vendían a 20 ó 25 pesos, según su importancia y tamaño, ahora se vendieron a 50 ó 60 pesos.
La colección “Dienteleche”, cuyos ejemplares, para niños que empiezan a leer, tienen una pequeña cantidad de páginas, antes costaban entre seis y 10 pesos. Este año se ofertaron a 25.
La mayoría de los expositores extranjeros tenían como principal oferta artículos escolares y efectos de escritorio y oficina. Los precios eran altos: bolígrafos a 100 pesos, cajas de lápices de colores a 300, pequeñas pizarras a 800; libretas, desde 300 a 500 pesos; blocs de notas, entre 200 y 350 pesos; rollos de cinta adhesiva, a 90 los pequeños y los grandes desde 1 000 a 1 300 pesos; y las mochilas escolares, entre 2 500 y 4 500 pesos.
Los expositores foráneos que trajeron libros establecieron precios que rondaban los 500 pesos como promedio. Los libros de los autores más famosos, como Sartre y Camus, y los de la serie de Harry Potter, costaban entre 1 600 y 2 500 pesos. Las excepciones eran los libros de autores poco conocidos, que estaban a 300 pesos.
Algunas rebajas fueron efectuadas a partir del pasado jueves en la sede principal, cuando ofertaron algunos libros que costaban entre 100 y 200 pesos.
No encontré ningún libro de autores de bestsellers contemporáneos en exposición. Esto se debió tal vez a orientaciones recibidas de las autoridades cubanas o fue una medida preventiva de los expositores extranjeros para evitarse problemas.
Las mejores ofertas en cuanto a precios se brindaron en el pabellón de la Distribuidora Nacional del Libro, donde libros que llevan años de publicados y no habían podido venderse fueron comercializados a dos pesos, para aplicar una legislación vigente que obliga a dicha depreciación.
Un hecho insólito lo contemplé en el Stand de Zulik, un expositor peruano que trajo una gran variedad de títulos con pocas cantidades en liquidación. Para sorpresa mía, entre ellos se encontraba un ejemplar de “La vida está en otra parte” y otro de “La nada cotidiana”, ambos de Zoe Valdés, a 300 pesos. O el expositor no sabía que Zoé Valdés es una autora exiliada que está prohibida en Cuba o logró burlar a los censores y les pasó gato por liebre.
Llamó la atención la escasa asistencia de público al que era hasta hace poco el mayor evento de participación popular en el país. Hace unos años, ir hasta la sede principal de la Feria del Libro, en La Cabaña, y transitar por el interior de este sitio era un martirio. Este año se podía caminar con gran libertad y llegar o salir del lugar no presentó dificultad alguna.
La subsede del Pabellón Cuba redujo su espacio. También se redujo la concurrencia. La cantidad de títulos nuevos fue bien limitada y se completó con otros de años anteriores o extraídos de las librerías que llevan tiempo sin venderse.
En el Pabellón Cuba hubo un expositor colombiano que trajo muy bellos libros infantiles a tres por 500 pesos, y que contrastaban con las propuestas de Artex, cuyos títulos costaban entre 120 y 150 pesos.
La Feria del Libro se extendió este año a La Habana Vieja y tuvo otra subsede en la actual Universidad de San Gerónimo, donde se hicieron varias presentaciones de libros. Además, se añadió una gran carpa en la Plaza de Armas para la venta algunos de los mismos títulos que había en La Cabaña.