LA HABANA, Cuba.- La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) es una de las cinco comisiones creadas por la Organización de Naciones Unidas (ONU) con el objetivo de analizar los problemas económicos que afectan a los países de nuestra región. Surgió en 1948 y tiene su sede actual en Santiago de Chile.
La CEPAL desempeña un importante papel en lo referido al control estadístico de las economías latinoamericanas, además de fomentar políticas que tienden a mejorar las condiciones educativas y medioambientales de las naciones ubicadas al sur del río Bravo.
En 1950 ascendió a la secretaría general de la CEPAL el economista argentino Raúl Prebish, el cual promovió una estrategia basada en la sustitución de importaciones y la industrialización hacia adentro. Es decir, el cierre de las economías latinoamericanas al libre comercio internacional.
La teoría de Prebish tenía como eje central los conceptos de Centro y Periferia, Según él, los países del Centro (los industrializados) explotaban a los de la Periferia (los tercermundistas) mediante los que calificaba como “injustos términos de intercambio”.
Sin embargo, ya hacia la segunda mitad de los años setenta se hizo evidente la ineficacia de semejante práctica económica. Esa especie de aislamiento había acelerado el empobrecimiento de las naciones latinoamericanas, y en gran medida elevó el monto de la deuda externa que soportaban.
Ante tal situación, primero en el Chile de Pinochet y después en la mayoría de los países de la región, Latinoamérica decidió abrir sus economías, hasta llegar a la firma de tratados de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea y China. En ese contexto, los países de nuestra área han experimentado notables niveles de crecimiento económico, solo interrumpidos durante los breves períodos de depresión de los precios de sus materias primas o comodities.
Por supuesto que la CEPAL se ha visto en la necesidad de atemperar su discurso. Ya no niega los beneficios que la globalización económica ha ofrecido a las naciones latinoamericanas. No obstante, y con énfasis a partir de 2010, se insiste en atenuar las desigualdades producidas al interior de cada uno de los países de la región.
Así las cosas, la CEPAL celebra por estos días en La Habana su 37 período de sesiones. Este evento incluyó el análisis del documento “La ineficiencia de la desigualdad”. Una desigualdad que los teóricos cepalinos aprecian, en lo fundamental, en el acceso a los medios y a las oportunidades. O sea, la existencia de una polarización en la distribución de los ingresos y la riqueza, así como la permanencia de discriminaciones que les impiden a muchas personas participar en la vida económica de sus naciones.
Como es lógico suponer, los gobernantes cubanos han aprovechado la condición de sede de esta cita para introducir los temas de su conveniencia. Uno de ellos se relaciona con la Ley de Inversión Extranjera, que desesperadamente intenta atraer capitales foráneos que oxigenen la maltrecha economía de la isla.
Sería conveniente que la señora Alicia Bárcena, actual secretaria ejecutiva de la CEPAL —y de vínculos muy amistosos con las autoridades cubanas— advirtiera la desigualdad de oportunidades que se observa en el interior de Cuba. Mientras que se les brindan todas las facilidades a los inversionistas extranjeros, a los cubanos casi se les niega la posibilidad de invertir en su propio país. Porque a los trabajadores por cuenta propia —si a eso podríamos llamarle una inversión— se les imponen múltiples trabas con tal de impedir su progreso económico.