LA HABANA, Cuba. — Este lunes terminaron los tres días de reuniones plenarias de la “Asamblea Nacional del Poder Popular” (ANPP) de la República de Cuba (Parlamento). El cónclave correspondió a la quinta sesión extraordinaria de su novena legislatura. El evento se saldó con la aprobación de una friolera de nuevas leyes: ¡Nada menos que ocho!
Si Cuba siguiera siendo la “Azucarera del Mundo”, se impondría —creo— hacer un símil con la molienda de caña y la fabricación de los sacos del dulce o de guarapo. Pero como uno de los “logros de la Revolución” es el de haber arrasado con la que durante siglos fue (y por amplio margen) nuestra primera industria, me veo obligado a inspirarme en otra rama productiva.
Pues bien: del mismo modo que en una fábrica de chorizos los operarios ven salir uno tras otro esos pequeños embutidos —que ahora el socialismo ha convertido en un producto exótico, ausente de las cocinas y mesas de los cubanos—, así también los flamantes legisladores del castrismo aprueban los nuevos cuerpos legales. Se trata de una realidad a la que deberemos habituarnos, pues este lunes al mediodía, en una entrevista al Presidente de la Unión de Juristas, el inefable Humberto López ofreció que esa fiebre legislativa se haría aún más intensa.
En la ANPP, al conjuro de las palabras mágicas que pronuncia el presidente (“Los que estén a favor”), las manos de todos los presentes se alzan con una simultaneidad que admirarían los componentes de un conjunto teatral. Después, a veces se formulan inútilmente otras dos preguntas retóricas (“¿Alguien en contra? ¿Alguien se abstiene?”); en otras ocasiones, se obvia este trámite superfluo. En definitiva, en uno u otro caso, se escucha, en medio de aplausos, la declaración final de la puesta en escena: “¡Aprobado por unanimidad!”.
Fue así que, durante el Fin de Semana, lo que algunos ilusos o despistados llaman “el Parlamento Cubano” aprobó las leyes consagradas al amparo de los derechos constitucionales, la soberanía alimentaria, los datos personales, la ejecución penal, así como el sistema de los recursos naturales y el medio ambiente. A ellas se suma el nuevo y draconiano Código Penal.
Por último, en la sesión de la mañana de este lunes fueron aprobadas la Ley General de Protección al Patrimonio Cultural y al Patrimonio Natural, así como la Ley de los Derechos del Autor y del Artista Intérprete. Como si todo eso fuera poco, la ANPP también abordó “el tema de la marcha de la estrategia económica y social del país” (lo que sirvió al Granma como pretexto para hablar de “gradual recuperación”), analizó “los resultados del proceso de consulta popular del proyecto de Código de las Familias” y dio a conocer una Declaración sobre la Cumbre de las Américas.
El que los 605 diputados hayan podido desplegar toda esa actividad en el transcurso de los dos días y medio que duró esa sesión dice más acerca de cómo funciona ese órgano que una serie de largos discursos consagrados al tema. Que me disculpen los legisladores del castrismo, pero basta el mero enunciado de las decisiones que ellos adoptaron en tan breve lapso para que no podamos evitar que las palabras “festinación” y “superficialidad” acudan a nuestras mentes.
Como es lógico, hacer un análisis técnico-jurídico integral de los nuevas leyes adoptadas requeriría de una serie de artículos; alguna de las aprobadas (como el fatídico Código Penal) ameritaría por sí sola varios de aquellos. Por ello me limitaré aquí a un cuerpo legal de título redundante: la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional.
Hace varias semanas, y en este mismo diario digital, consagré un trabajo periodístico a ese engendro legislativo. Creo que la esencia de la tesis que esgrimo en esa obrita está bien reflejada en el texto de su bajante: “Es esa una manía de los comunistas”; lo cual yo precisaba: “creerse que los problemas se solucionarán por medio de un papelón bien meditado y redactado”.
Ahora los hechos me han dado la razón: Tras un debate en el que fueron abordados y discutidos algunos preceptos del correspondiente Proyecto, este fue aprobado, como de costumbre, de modo unánime. Esto ha dado pie a Juventud Rebelde para proclamar que la nueva norma “regulará de manera conjunta los planes que realiza el país para garantizar la alimentación de la población”.
Y por supuesto que, en ese contexto, el órgano de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), citando a algunos de los participantes en el debate, habla de “disminuir las importaciones” y “desarrollar una alimentación sana, adecuada y con buenas prácticas”; también de “producir los alimentos de manera sostenible, adecuada” y de “disminuir la dependencia del exterior”.
Nada: que aquí conviene parafrasear al autor teatral del Siglo XIX que puso en boca de uno de sus personajes la memorable frase “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. Atrevámonos, pues, a hacer una profecía: “Los productos agropecuarios que prometéis brillarán por su ausencia en las mesas de los atribulados cubanos”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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