LA HABANA, Cuba.- Un rancio tufillo a realismo socialista light recorre la telenovela de turno en el país. Camuflado en la violencia de género, el racismo, la corrupción y el suspenso que genera la inédita presencia de un asesino en serie, el veneno ideológico se inocula a través de la supuesta pasión por la historia patria de un joven profesor, quién más que nuevos métodos para hacer atractiva la clase, responde a la agenda política de un guion cuyo propósito es el adoctrinamiento del telespectador.
La interacción de personajes con actitudes banales, displicentes, comprometidas o laboriosas en diversos niveles de miseria o confort, entretejen un entramado dramático que refleja la sociedad cubana actual, como telón de fondo de un escenario donde imágenes y pensamientos de Marx, Fidel, Chávez y el Che, junto a símbolos patrios, dictan desde una pared o sobre un buró de un preuniversitario el camino a seguir para alcanzar “la dignidad individual y preservar la del país”.
De ahí que la manipulación, el rejuego político y sentimental de los hechos históricos acontecidos en Cuba —para reacomodar la historia a favor de la revolución—, asuman el rol protagónico de un material que, contrastando con algunas expresiones de dudas y oposición a lo que se pretende contar, dé visos de credibilidad a la torcedura y descontextualización de un acontecimiento real.
Traer por los pelos un hecho histórico acontecido durante las guerras de independencia contra el colonialismo español en el Siglo XIX, y mezclarlo como signo de continuidad con la fecha de una efeméride revolucionaria en el XX, y de ahí con el viaje al cosmos de un humilde lustrabotas, cubano y negro, no es más que poner en pantalla el discurso de una maniquea historia oficial.
Preguntarle a los jóvenes de un aula de preuniversitario si tendrían el valor de ocultar una bomba casera bajo su moderno vestuario, colocarla en un lugar público y dar la vida por la patria como lo hiciera Urselia Díaz Báez —no en un cuartel de la otra dictadura—, sino en el Cine Teatro América, lleno de civiles, es elogiar un hecho que hoy no tendría otro nombre que acto de terrorismo.
Estas y otras escenas controvertidas o desembozadamente doctrinarias, como la respuesta del profesor ante las preguntas de un grupo de alumnos que dudaban sobre el por qué hubo que hacer una revolución, si La Habana actual se encuentra en ruinas y tiene menos de todo a la que muestran imágenes de los años 50 de la época republicana, dan pie para el desarrollo de farragosos discursos cargados de una manipuladora politiquería que influyan en el telespectador.
Las supuestas conductas banales o refutables de los jóvenes por expresar que su mayor deseo es que bajen los precios de las ropas de marca y de internet, o llamarle chivato al padre policía de un compañero de aula, entre otros actos de frivolidad y acoso escolar, como denomina la dirección de la escuela estos comportamientos, sirven de contrapunteo temático y balance socio cultural a un producto artístico diseñado para resaltar e imponer los supuestos valores de la revolución.
Otra señal del sutil adoctrinamiento de la telenovela cubana está en que la ponzoña política que destila en sus clases el profesor —rechazada con mohines de disgustos y otras muestras de desinterés por parte de los estudiantes—, pretende imponer una burda visión de que los que se rebelan son quienes “viven bien”, y los aplicados y obedientes aquellos hijos de un trabajador, creando una falsa división política y moral entre los que tienen solvencia y los que no la poseen.
No obstante a su trasfondo político y a su propósito adoctrinador, la telenovela Entrega, escrita por Amilcar Sattie, bajo la dirección de actores de Osvaldo Doimeadiós y la general de Alberto Luberta, alcanza un alto índice de aceptación gracias al buen desempeño de jóvenes y consagrados actores, y porque muestra un panorama entre próspero y desolador que refleja la vida del cubano de hoy, y toca sus resortes más íntimos no importa la zona de dudas o peligro en que se encuentre.
Para mi criterio, esta Entrega y su adoctrinamiento no es más que otra punta de lanza en la estrategia gubernamental para imponer su versión de la historia de Cuba en medios de gran alcance masivo como el cine y la televisión, con antecedentes al nuevo estilo melodramático y patriotero de los filmes José Martí, El ojo del canario, de Fernando Pérez (2010), Conducta, de Ernesto Daranas (2012), e Inocencia, de Alejandro Gil (2018), además del programa televisivo La pupila asombrada, lo más retrógrado y apologético del comunismo que, por su factura, tiende a confundir y enganchar al telespectador.
Pero hay más, la bola —¿o la historia de Cuba?— pica y se extiende, como dicen los narradores en un juego de pelota. Según reveló este martes en el programa Mediodía en TV el guionista de Entrega, Amilcar Sattie, ya fue convocado para escribir otra historia similar, en su versión realista socialista light, pero esta vez, la protagonista será una profesora y los estudiantes de nivel secundario.
Ya puede dormir más tranquilo Miguel Díaz-Canel y hacer menos discursos. Su obcecada misión de dar continuidad a los viejos anhelos de sus antecesores de torcerle el cuello a la verdad histórica, e imponer en el arte la versión oficial, ha echado a andar, no importa si real o subjetiva, ni si al estilo Thriller, Serie negra o Novela rosa: a él no le interesa si por miedo, pasión o adoctrinamiento.
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