LA HABANA, Cuba. – La construcción de viviendas en Cuba constituye un problema al que no se le ve solución. Cada vez que las autoridades analizan el tema, la situación que aflora es crítica. Así sucedió durante la más reciente reunión del primer ministro, Manuel Marrero Cruz, con los gobernadores provinciales. Se dijo que al cierre del mes de mayo todas las provincias han retrocedido en el cumplimiento del Plan de la Vivienda y en el programa de la producción local de materiales de la construcción.
En la referida cita trascendió que en ese lapso solo se habían construido el 0,8% de los inmuebles que se necesitan para eliminar el déficit habitacional en el país. Y en lo referido a los materiales de construcción, el panorama también es desalentador, ya que lo producido representa menos del 0,5% de la necesidad en todos los renglones. Una situación que, por supuesto, incide en el bajo número de viviendas terminadas.
La maquinaria castrista del poder ya no sabe qué hacer para enfrentar este problema, uno de los más acuciantes que padece la sociedad cubana. Se han cambiado los cuadros que atienden la construcción de viviendas en el Ministerio de la Construcción, y hasta se ha evaluado la posibilidad de volver a los tiempos de las microbrigadas sociales, para que los propios necesitados construyan sus viviendas. Pero, en la realidad, nada se logra para revertir tan sombrío escenario.
Ahora, para colmo de males, el señor Marrero Cruz reconoce que “es una limitación objetiva que no haya cemento ni acero, y que en un corto plazo no va a existir un cambio sustancial en la producción de esos elementos”.
Se trata de dos de los renglones más importantes en la esfera de la construcción, los cuales han experimentado una caída en picada en los últimos tiempos. Durante el quinquenio 2018-2022 ―y, al parecer, el pasado 2023 fue peor― no se ha visto ni un solo año de recuperación en esas producciones, tal y como lo muestra el Anuario Estadístico 2022, emitido por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
La producción de cemento arrojó un millón 590.000 toneladas en 2018, un millón 334.000 toneladas en 2019, un millón 15.000 toneladas en 2020, después bajó a 817.000 toneladas en 2021, para caer a 680.000 toneladas en 2022. Con respecto a las barras de acero, se produjeron 63.000 toneladas en el 2018, 49.000 toneladas en 2019, 40.000 toneladas en 2020, 19.000 toneladas en 2021, y tan solo 8.000 toneladas en 2022.
Ante tan desalentador panorama, el primer ministro del régimen, tras insistir en que no se detenga el programa de construcción de viviendas, habló de “hacer cosas diferentes a partir de la producción local de materiales”.
Estas palabras del alto funcionario nos llevan a pensar que los gobernantes estén concibiendo la posibilidad de construir nuevas viviendas con un componente mínimo de cemento y acero, mucho menor que el que indican las normas técnicas. Así sucedió durante el llamado Período Especial de los años 90, cuando se pusieron de moda las denominadas “viviendas de bajo costo”, que también se construían con ínfimas cantidades de otros materiales, como la madera. Esas viviendas, por ejemplo, contaban con solo dos puertas, la del baño y la de la calle.
Cualquiera podrá imaginar los problemas que afrontaban las personas a las que se les asignaban esas viviendas. Al poco tiempo de construidas ya presentaban filtraciones en los techos y las paredes y desperfectos en la plomería, entre otros problemas.
En esas condiciones, en lugar de ver su problema resuelto, el ciudadano de a pie que recibía una vivienda, tras muchos años de esfuerzos y sacrificios, se topaba con nuevos obstáculos que complicaban su precaria existencia.
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