LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Hace poco el periódico Juventud Rebelde informó de una reunión celebrada en el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (CENSA), en la que participaron varios especialistas, para conmemorar el aniversario treinta de la supuesta caída de algunos récords Guinnes, en cuanto a producción lechera se refiere, batidos por Ubre Blanca, aquella famosa vaca que sirvió de modelo a las autoridades, para demostrar las bondades de la ganadería comunista.
El artículo periodístico, luego de lamentar que la memoria de Ubre Blanca se desvanece con el tiempo, y que abundan los cubanos que hoy apenas la recuerden, se centró en los detalles de la faena productiva del animal, así como el momento en el que la vaca comenzó a llamar la atención de la prensa nacional e internacional.
Y he ahí, precisamente, el elemento que más llamó mi atención. Pues resulta que el nombre de Ubre Blanca salió a la palestra a finales de mayo de 1980, poco después que diez mil cubanos se apiñaran en el interior de la embajada de Perú, y en los momentos en que más de ciento veinte mil se marchaban a Estados Unidos por el puerto de Mariel. En ese instante, por supuesto, cualquier otro acontecimiento destacado le venía de maravillas a nuestros gobernantes, quienes querían que el mundo mirara hacia la vaquita, y no a los mítines de repudio que orquestaron contra los ciudadanos que querían abandonar el país.
Lo anterior sería un argumento más en el arsenal de quienes siempre hemos alertado acerca de la manera en que los medios de difusión de la isla minimizan o ignoran las noticias que no son de su agrado.
Al cabo de más de tres décadas de las publicitadas hazañas de Ubre Blanca, valdría la pena preguntarse si realmente produjo la leche que se informó a la población, o todo no fue más que un simple maniobra de distracción, un ardid del gobierno, que nunca explicó de modo convincente por qué tantas personas huían en estampida del presunto paraíso socialista.