LA MAYA, Cuba. – En plena calle, a la vista de la Policía, una mujer abre su mesa de juego e invita a todo el que pasa a “probar suerte”. El tablero tiene una ruleta en la parte superior y, debajo, seis columnas de números que van desde el 1 al 36. Cada jugador debe colocar un billete en alguna de las hileras y luego rezar para que la rueda marque esa que escogió. En cada ronda se puede perder el dinero apostado o ganar el doble.
A Laritza, de 22 años, le pareció increíble que se pudiera participar, a la luz pública y con la venia de las autoridades, en estos juegos que ella creía prohibidos. Esto ocurrió en las últimas fiestas populares, en la localidad de La Maya, Santiago de Cuba.
“Siempre he creído que se deben legalizar los casinos, la lotería, porque es decisión de cada quien apostar o no, pero verlo así en la calle, en medio de una fiesta, me sorprendió muchísimo”, dijo la joven a CubaNet.
Según la fuente, había varias mesas de apuestas distribuidas en los puntos más céntricos del territorio y, aunque las cifras apostadas no solían ser tan cuantiosas, no eran pocas las personas que se acercaban para participar. Si bien no se dio ninguna pelea, los gritos y desencuentros tensaban el ambiente.
Abel* jugó 200 pesos y ganó 400, pero cuando volvió a apostar perdió lo que había ganado. “Eso es perder dinero a lo tonto, como pasa en todos los juegos al azar. Yo perdí poco, pero antes de mí uno perdió 1.000, que, aunque no signifique mucho en la actualidad, para un trabajador representa casi el 25 por ciento de su salario [4.123 pesos como promedio, de acuerdo con cifras oficiales]”, explicó el hombre.
Tras su llegada al poder, el fallecido dictador Fidel Castro vetó los juegos de azar por ley. Esa prohibición fue ratificada en el artículo 281.1 del nuevo Código Penal (2022), el cual establece que “quien ejecute actividades como banquero, colector, apuntador o promotor de juegos ilícitos” será “sancionado con privación de libertad de uno a tres años o multa de 300.000 cuotas, o ambas”.
Asimismo, la ley indica que, si el delito “se comete por dos o más personas, o utilizando a menores de 18 años”, la sanción será “de privación de libertad de tres a ocho años”. Entre las prohibiciones se incluyen los casinos, las vallas de gallos (ilícitas) y la lotería (o bolita, como se le conoce en Cuba).
No obstante, tales normas no han sido suficientes para frenar estas prácticas en la Isla porque “son parte de la cultura y, sobre todo, son una de las pocas cosas en las que el cubano tiene el poder de elegir”, dijo Abel a CubaNet.
“Cuando uno juega bolita, por ejemplo, lo hace a conciencia, con la satisfacción de que pudiste elegir entre 100 números, entre muchas opciones, sin presión de ningún tipo. Lo mismo puedes jugar un día que todo el mes; nadie se mete en eso. Para mí, esa sensación de decidir, sumada a la posibilidad de ganar y también de desafiar lo prohibido, es lo que atrae tanto de estos juegos”, consideró.
En enero de 2021, medios oficiales divulgaron un operativo policial que concluyó con la confiscación de más de medio millón de pesos a un ciudadano cubano, acusado de practicar juegos ilícitos en el municipio Puerto Padre, en Las Tunas. Sin embargo, estos hechos resultan poco frecuentes.
En contraste, en septiembre de 2022, un joven identificado como D.D. en redes sociales publicó un video en el que tiraba dinero a las calles, tras haberse ganado 390.000 pesos en la lotería. En el material, republicado por medios como CiberCuba, el internauta aseguró que había ganado tras apostar a los números 15 y el 95, que significan “perro chiquito” y “perro grande” en la versión cubana de la charada.
“Ustedes saben que yo soy el papá de la bolita”, se le escucha decir al joven en el video.
Ludopatía en tiempos de crisis
Para Ronald*, apostar se ha vuelto un “vicio” en los últimos 15 años. A pesar de que sus ingresos como zapatero han disminuido en los últimos dos años, ese ha sido, justamente, el tiempo en que más ha jugado. Ha llegado al punto de empeñar sus pocos bienes materiales para pagar deudas y conseguir más dinero para jugar. “Me es imposible dejarlo, estoy enfermo”, admite.
“Lo mío es el burle [casa clandestina de juegos]. Acostumbro a jugar todos los días, aunque sean 20 pesos. Prefiero dejar de comer algo que quedarme sin dinero para apostar; me da vergüenza decirlo, pero es así. Yo creo que el estrés que se vive estos días en Cuba ha acelerado mi ansiedad. Antes no era tan así, ahora siento una necesidad por jugar que es incontrolable”, confesó el santiaguero de 52 años.
Norma* también es aficionada a la bolita, así como su marido lo es a las peleas de gallos. Ambos, confiesan, han perdido y ganado mucho con sus respectivos pasatiempos. Llevan alrededor de 10 años juntos y jugar nunca había supuesto un problema, hasta hoy, cuando su situación económica ha empeorado.
Mi esposo va a los gallos esporádicamente ―eso es por temporada―, pero siempre que va apuesta fuerte, unos cuantos miles de pesos. La última vez perdió 7.000 y le mataron un gallo”, contó Norma a CubaNet.
“En mi caso es más complicado: juego entre 500 y 1.000 pesos diarios de bolita y, aunque gano con frecuencia, casi todo es para pagar las deudas que voy contrayendo. Cuando el paladar estaba yendo bien era fácil solventar el vicio, pero ahora apenas da para sobrevivir”, concluyó la mujer, que ronda los 40 años.
En Cuba, las peleas o lidia de gallos solo son permitidas en los “clubes gallísticos” del estatal Grupo Empresarial de Flora y Fauna. Al contrario de las peleas de perros, u otros enfrentamientos que incluyen animales, esta modalidad quedó autorizada por el Decreto-Ley 31 “De Bienestar Animal” aprobado en abril de 2021, dada la afición de altos dirigentes cubanos a esta actividad.
*Abel, Ronald y Norma no son sus nombres verdaderos. Fueron cambiados para proteger su identidad.