LA HABANA, Cuba.- La conexión a la Web llegó hace poco a Cuba, y lo hizo por la vía inalámbrica (wifi). El cubano que pueda prescindir de 1,50 CUC será capaz de conectarse a la red durante una hora, si además tiene un dispositivo adecuado (laptop o móvil con esa prestación).
Con este fin, fueron habilitadas en varios puntos del país las zonas wifi ―principalmente en parques y avenidas―, pero ir allí es una película que puede contener lenguaje de adultos y violencia. Hace poco a un vecino lo asaltaron a pocas cuadras de una para quitarle el móvil. Los delincuentes lo habían marcado en el parque, y al retirarse lo siguieron para poder atacarlo lejos de la policía.
Otra vecina, una señora de casi 70 años, me cuenta cómo una vez la sorprendió un aguacero en uno de esos parques, sin posibilidades de guarecerse. Como el lugar le queda lejos de casa, de regreso tuvo que emprender la caminata empapada. La comunicación de ese día le costó, además del dinero, dos semanas en cama.
Desde que comenzó este “beneficio”, hemos sabido de estos y otros casos de clientes afectados por la falta de condiciones en los parques wifi. El viernes pasado, un conocido que me pidió no identificarlo se dirigió con su laptop al parque de Línea y L, en el Vedado. Eran alrededor de las 2:00 p.m., y como es lógico el sol estaba en su punto más alto; por eso todos los bancos a la sombra estaban ocupados, y los lugares con sombra donde no había bancos, también.
Luego de recorrer el lugar, vio una matica enclenque que daba algo de sombra, pero se tuvo que sentar en la tierra. Encendió su máquina y empezó a tratar de descargar algunas actualizaciones de Windows. De pronto se vació un banco a la sombra y se levantó para ocuparlo. Una muchacha con dos niños que estaba sentada en otro banco con sombra pero compartido con otra persona lo vio, y a la velocidad del rayo se levantó y se sentó en “su banco”.
Como la muchacha tenía dos niños, por lógica intranquilos, mi conocido decidió que mejor se sentaba en el banco que ella había compartido con la otra persona, que era una señora sola. Así lo hizo. Pero aquella mujer, que hablaba con alguien por teléfono, aparentemente quería que todo el mundo se enterara de la gran cantidad de dinero que había recibido de su parentela fuera de Cuba. Allí tampoco el muchacho se podía concentrar en el trabajo.
De pronto otro banco se vació, corrió desenfrenado y por fin se vio sentado con sombra y solo; abrió la laptop y se puso a trabajar. No habían pasado cinco minutos cuando una señora mayor vino y le pidió un ladito en el banco. Él se lo dio y ella se sentó en silencio y mirando hacia otra parte. Qué bien, no lo molestaba. Pero de pronto, cuando más emocionado estaba, oye a alguien que se acerca voceando: “¡Maní molido, garapiñado y la cremita de leche!” Aquel hombre se para justo en “su banco”, y entre voz y voz se pone a conversar con la señora a su lado sobre “lo mala que está la cosa pa’ buscarse los pesos”. Ya el joven no se podía concentrar. Se levantó, se fue a la palmita enclenque inicial, se sentó en la tierra, preparó la máquina y se puso a trabajar. A los 5 minutos se le agotó la batería y se fue, derrotado.
Para colmo, a la incomodidad hay que añadirle el considerable riesgo de ser víctimas del vandalismo cibernético, acrecentado para los cubanos pues la tecnología nos ha sorprendido sumidos en el más absoluto desconocimiento de cómo protegernos. La intrusión de piratas informáticos en nuestros dispositivos es un peligro real, ya sea para robarnos el saldo o para “proteger a la revolución”.